Autonomía y salud pública

Columnista invitado EE
03 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Por Sebastián F. Villamizar Santamaría*

Hace un par de meses, la gente en Bogotá hizo un cacerolazo por el toque de queda arbitrario que hizo el presidente en el paro nacional. Y tan solo hace dos semanas, la misma ciudad hizo otro cacerolazo pidiéndole al presidente que tomara medidas de encierro contra la pandemia.

Esto no es una esquizofrenia citadina. Más bien pone sobre la mesa la discusión de cuándo es “tolerable” que un gobierno tome medidas que restrinjan la movilidad. Es intolerable en el paro, pero varios expertos lo recomiendan para una pandemia.

Aunque se haya discutido la disyuntiva entre salvar vidas o salvar la economía, en el fondo la cuarentena hizo que los gobiernos tomen decisiones que afectan nuestra libertad. Y si los Estados nos regulan hasta cómo y cuándo podemos hablar con otras personas, nuestro estilo de vida cambiaría radicalmente. Ya no podría haber protestas, por ejemplo, ni otras formas de asociación colectiva contra medidas injustas o simplemente de redes de apoyo material entre nosotros. El espacio público dejaría de ser público, en últimas.

Todo el tiempo nos están llegando mensajes de políticos pidiéndonos quedarnos en la casa, lavarnos las manos, evitar el contacto, trabajar y comprar, si podemos. Hasta los policías nos hacen clases de aeróbicos en la calle. Pedimos que nos digan cada vez más cómo comportarnos en medio de la crisis, porque no sabemos qué hacer.

Muchas personas han dicho que China logró salir de la crisis por tener un Estado fuerte, con estrictas regulaciones de comportamiento que evitaron el contagio. Y tal vez eso sea cierto, pero el costo de esas acciones es que entregamos cada vez más libertades individuales a los gobiernos y que haya más control. Al otro extremo, en Estados Unidos, el énfasis en la libertad de decisión y en la economía ha hecho que el gobierno no tome en serio las recomendaciones de los científicos, lo cual ya puso en riesgo la vida de casi 200.000 contagiados en ese país.

Pero este balance es una disyuntiva falsa. La cuarentena sí funciona para disminuir el contagio, pero es insuficiente para superar la pandemia en el largo plazo o para futuras amenazas. Para eso se necesita una voluntad política fuerte no solo para regular los comportamientos individuales, sino para tomar decisiones estructurales. Una de ellas es fortalecer el sistema de salud público y así habría también trabajo en construcción, manufactura, tecnología e investigación, lo cual además aliviaría los costos económicos del encierro.

Por eso, en vez de solo aplaudir a los trabajadores por las noches, podríamos sumarle unas cacerolas para que el Gobierno invierta en salud pública para poder salir de esta sin sacrificar nuestra autonomía.

@sebvillasanta

* Candidato a Doctor en Sociología en el CUNY Graduate Center.

 

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