Bach por Stuttgart, y la Filarmónica

Manuel Drezner
09 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Escuchar cantatas de Bach no es habitual entre nosotros y, de hecho, creo que hace muchos años que no ha tenido lugar concierto alguno que incluya alguna de ellas, y eso que las cantatas incluyen de lo más grande de la inspiración del músico. Tampoco el gran Magníficat es plato habitual en conciertos, y es por esa razón —entre otras— que hay que catalogar la presentación en el Teatro Santo Domingo de la orquesta de la Academia Bach de Stuttgart, dirigida por Hans-Christoph Rademann, entre las grandes ocasiones musicales que hayan ocurrido en la ciudad. Los aficionados seguramente atesoran entre sus discos las versiones hechas por el fundador del grupo, Helmuth Rilling, y no es poco elogio decir que lo que hizo su sucesor está a la altura de lo que hubo en el pasado. Para darse cuenta de lo que es ese conjunto, baste con decir que es el único que ha llevado al disco la obra coral completa de Bach en casi 200 CD. Lo que oímos aquí, ante un público fervoroso que llenaba la sala, fue algo de gran altura musical y con seguridad se podrá incorporar a los conciertos inolvidables que hemos tenido.

Alguien comentaba que, a pesar de ser música de gran importancia, las dos obras ejecutadas fueron estreno en Bogotá, y esto agrega un valor adicional al importante concierto. Es muy posible que Bach en sus tiempos no tuviera la oportunidad de escuchar su música tan bien tocada como en esta presentación. El concierto lo hicieron con instrumentos antiguos y con una afinación más baja que la usada en nuestros días, para mostrar fielmente el espíritu del inmenso músico.

No fue el único estreno en los últimos días, ya que la semana anterior la Filarmónica de Bogotá, dirigida por Josep Caballé-Domenech, presentó el Concierto para dos pianos de Max Bruch, con el dúo de las hermanas Labèque como solistas. Esta obra fue redescubierta recientemente y es de una solidez casi teutona, como dijo alguno. Es música muy bien hecha, no demasiado trascendente, a pesar de sus pretensiones, pero interesante de oír. El concierto se complementó con una obertura de Rossini y dos obras francesas, los Nocturnos para orquesta y coro femenino de Debussy (creo que el único homenaje que se le hizo en el centenario de su muerte) y la suite del ballet Dafnis y Cloe de Ravel, donde también se incluyeron las partes corales, lo cual no es habitual en conciertos sinfónicos. El director Caballé-Domenech tiene una batuta firme y logró versiones muy satisfactorias de las obras interpretadas, que confirman que la Filarmónica es una orquesta de muy alto nivel.

 

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