Rabo de paja

Bagatelas sobre el oficio de escribir… columnas

Esteban Carlos Mejía
20 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Me pregunto por qué algunos columnistas escriben como escriben. Proponen, es un decir, una idea más o menos patética, escurren varios párrafos periféricos, tono solemne, estilo casposo. Parecen esos curas que en Semana Santa por los megáfonos de sus parroquias atormentan a los vecinos con el Sermón de las siete palabras: rayos, centellas, verdades absolutas, mentiras a medias, destempladas fanfarrias del infierno. Sin una gota de humor, las columnas. (Al contrario, cuando en las homilías dicen “amaos los unos a los otros” y luego cuentan la historia del siervo desorejado por Simón Pedro en el huerto de los Olivos, a mí se me escapa una risa homérica, o sea, una carcajada pagana sin reversa).

Ni una chispa ni una risa, insisto. Tampoco paréntesis, ni signos de admiración, mucho menos signos de interrogación. En un periódico de Medellín, aquí a la vuelta, un profesor de periodismo no se ha hecho ni una sola pregunta en media docena de columnas… por lo menos. Lo sé porque los escritores no nos leemos entre sí, sino que nos vigilamos, según proclamó hace lustros el buenazo de Gesualdo Bufalino, primer malpensante. Otro tinterillo, también en Medallo, para encubrir la aridez de su pensamiento, echa un chiste al principio de la columna y después suelta unas calumnias del tamaño de la piedra del Peñol. ¿Por qué lo hace? ¿Mucha hiel? ¿Pocas endorfinas? ¿Falta de feromonas? En la foto se ve rufianesco y barrigón. ¿Será por eso? ¿Malas compañías y pésimos hábitos alimenticios?

¿Y yo, qué? Mero rabo de paja. Para mí, todo es ficción. Lo demás me importa un soberano c… La actualidad, incluido el antifeminismo de los machotes que no han abortado ni abortarán jamás, me da pereza. “La posesión del balón” me parece un anacronismo de Maturana y Bolillo: entonces no opino sobre Dayro Moreno, crack de cracks. A la final escribo de literatura para darle gusto a mi amiga Isabel Barragán Lalinde, mamacita de mamacitas, que ojalá vuelva pronto de vacaciones para librarnos de todo mal.

Rabito: Solo hablé dos veces en la vida con Roberto Burgos Cantor. Y con eso tuve para quedar cautivado. Dos desayunos en un hotelazo del Hay Festival en Cartagena. Él y Ramiro Illán Bacca, dos caras de una misma moneda: inteligencia y humor. Burgos Cantor me pareció sagaz, cálido, generoso, un escritor feliz con su destino. Después, por voces ajenas, supe que era así y mucho más. Apenas cruzamos un par de palabras en este mundo que está lleno de duras razones, pero decenas de veces nos conectamos a través de la literatura, única iglesia (ecclesia o asamblea) fuera de la cual no hay salvación. La ceiba de la memoria. El médico del emperador y su hermano. Ver lo que veo. Y, sobre todo, Lo Amador, su primer libro, hermoso, imbatible, transparente. Adiós, maestro: ¡cenizas al viento!

Rabillo: “Los diez mandamientos del escritor: 1) No beberás ni fumarás ni te drogarás. 2) No tendrás costumbres caras. 3) Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir. 4) No serás vanidoso. 5) No serás modesto. 6) Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes. 7) No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande. 8) No adorarás Londres / Nueva York / París. 9) Escribirás para complacerte a ti mismo. 10) Serás difícil de complacer”. Stephen Vizinczey, 1985.

Rabico: Soy incapaz de dejar el vicio por más que intento. Uribe, triple tal por cual. Uribe, ubérrimo en tierras, paupérrimo en ideas. Uribe, descerebrado, cavernícola, etcétera. ¡Oh, dioses del Olimpo, dadme compasión!

@EstebanCarlosM

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