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COMO DICEN ALGUNOS “CON TAL DE que se vaya... aunque le vaya bien”. Y el viejo refrán de los abuelos: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que los resista”.
La verdad es que en estos ocho años a la cabeza del mundo, acabó hasta con el nido de la perra. Pero se sabía. Se sabía. Se sabía. Desde que arrebató las primeras elecciones con el fraude que le acolitó su hermanito gobernador de la Florida. Desde su cara de pasmo cuando leía un libro al revés en una escuela y le anunciaron el atentado contra las Torres Gemelas. Desde que decidió que Irak tenía armas de destrucción masiva. Desde que se saltó al Consejo de Seguridad de la ONU. Desde que nombró como sus perros más fieles a Cheney, Rumsfeld y manipuló a su antojo a Colin Powell. O éste se dejó manipular. Desde que siguió manipulando a Condolencias Rice, quien como marioneta manejada a control remoto viajaba por el mundo entero sin hacer ni decidir absolutamente nada. Desde que decidió que hablaba directamente con Dios. Desde que decidió dividir el mundo en el eje del bien y el del mal. Desde que decidió alcahuetear que los más ricos siguieran haciendo sus trapisondas hasta que le estalló la burbuja del dinero etéreo en las manos. Desde que decidió vender miedo a sus gobernados, léase la inmensa población estadounidense, en su mayoría crédula y apolítica, con mentalidad de borregos que nada cuestionan.
Genio y figura hasta su sepultura, sus palabras de despedida fueron igual de cínicas y mentirosas que las primeras... defendiendo su labor, aterrorizando a sus habitantes con “posibles nuevos ataques” para que su sucesor entre en paranoia inmediata, reconociendo con una sonrisa de medio lado que “tal vez tuvo errores” y saliendo por la puerta grande, dejando un reguero de sangre, pobreza, injusticia y caos a su paso. Con su cara de simio, sus ojos inexpresivos y sus medias frases sale invicto después de un gobierno atroz, sanguinario, soberbio y mentiroso.
El nuevo presidente, si quiere cambiar en algo este horrendo legado, debería incluir su país, el intocable, en los juicios a que se someten los demás países del mundo: los de la Corte Penal Internacional. Es prácticamente el único país del universo que tiene inmunidad ante cualquier fechoría, genocidio o sangría que cometa. El único que no se somete a ninguna ley internacional. Que tiene derecho a vetar lo que le dé la gana. A imponer lo que le dé la gana. Ojalá Obama se ponga las pilas con el genocidio de Israel en la Franja de Gaza. Y las cosas realmente empiecen a cambiar. Espero que Obama no hable directamente con el Altísimo, ni se deje comprar por los banqueros, ni se deje embolatar por la opinión pública por si compra un perro negro o un perro blanco, por si fuma a escondidas en su baño privado, por esas nimiedades de las cuales los medios siempre hacen noticia para echar cortinas de humos a las decisiones trascendentales.
Cesó la horrible noche que nos duró ocho años. De la cual hemos salido más o menos cuerdos de milagro. El mundo occidental tardará muchos años en reponerse de las acciones globalizadas del presidente Bush y su equipo de áulicos. A todos nos queda en la conciencia que fuimos parte de un conglomerado de países que aceptó la guerra de Irak, que no ha reaccionado con el holocausto israelí en Gaza, que se arrodilló sin pudor ante un gobernante torpe y guerrerista, que nunca cuestionó ninguna acción por horrenda que fuera si venía del Imperio Bush. No preguntes por quién doblan las campanas... También doblan por ti...
