Cacerolazo sí, saqueos no

Luis Carlos Vélez
25 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Una cosa son las marchas y los cacerolazos y otra muy diferente son los saqueos, disturbios y la destrucción. Los dos primeros representan un evidente jalón de orejas a la administración del presidente Iván Duque y, por qué no, a toda la estirpe política del país. Lo otro, oportunismo delincuencial y una peligrosa estrategia calculada para desestabilizar la nación.

El análisis sobre el descontento expresado en las manifestaciones, principalmente pacíficas, es urgente y debe ser asumido también por el partido de gobierno, el Centro Democrático. La gente ha hecho sentir en las calles que no comparte sus posturas y que rechaza mucho de lo que profesa. Para encontrar una solución al embudo es hora de que la actual administración abra las cartas al diálogo y, al estilo de España, busque una coalición de gobierno que le permita salir de su estancamiento.

El presidente, ahora más que nunca, necesita cintura y determinación. Debe actuar con firmeza, pero también con generosidad, para poder encontrar espacio y lograr gobernar. La capacidad de consolidar consensos es señal de fortaleza y no de debilidad.

Ahora a lo otro. Todos, absolutamente todos, tenemos el deber de defender nuestras instituciones. En Colombia existen procesos democráticos que permiten giros políticos sin necesidad de quemarlo todo. El resultado de las más recientes elecciones locales es testimonio de lo anterior. Por lo tanto, se debe señalar a quienes no les importa el caos y están prestos para pescar en río revuelto, como Gustavo Petro. Entiendo que se beneficia de todo esto, pero lo responsable es poner al país primero que sus pretensiones personales. Una condena de su parte frente a los desmanes es lo mínimo que puede hacer, aunque sospecho que no lo hará, ya que es evidente que todo esto lo reencaucha. Gustavo, gane las elecciones en las urnas, no azuzando tumbar un gobierno.

Finalmente, a la luz de los problemas de orden público, es evidente que acá hay más que unos vándalos esperando la oportunidad para sacar provecho. Se hace muy sospechoso que los ataques y saqueos ocurran casi simultáneamente en puntos alejados de la ciudad como si quisieran agotar y dispersar a la fuerza pública. Múltiples videos y las denuncias del alcalde local de Suba hacen pensar que infiltrados venezolanos del régimen Maduro están involucrados. Eso es muy preocupante.

Para salir adelante es imperativo dividir la situación: validar y entender la marcha pacífica, pero al mismo tiempo condenar a los violentos. Y para eso valdría la pena recordar aquel polémico slogan de campaña, pero que paradójicamente hoy hace mucho sentido: mano firme, corazón grande. Y esto es: mano firme contra los infiltrados, violentos e injerencia extranjera, y corazón grande para escuchar la protesta legítima y lograr acuerdos políticos y sociales.

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