Esos proyectos de cambios de fechas electorales tienen mal precedente. Por la discusión de una de esas propuestas hubo disparos y muertos en el Capitolio. Los hechos se presentaron el 9 de septiembre de 1949, cuando el liberalismo, que acababa de lograr mayorías en la Cámara, deseaba aprovecharlas para adelantar las elecciones presidenciales, confiados en lograr un resultado igual y que no siguieran siendo víctimas de la violencia que se presentaba. Según la propuesta, los comicios se realizarían el 27 de noviembre de 1949, a pesar de que el presidente debía posesionarse nueve meses después, el 7 de agosto.
En la discusión se alteraron los ánimos, por efecto de tragos, entre los representantes Carlos del Castillo y Gustavo Jiménez, hasta el punto que pasaron de palabras de grueso calibre y recordatorio de madres, al abaleo. Del Castillo le disparó a Jiménez quien se desgonzó hacia delante; por la boca comenzó a manar sangre y solo alcanzó a decir: “Me asesinaron”, y su cuerpo quedó doblado sobre el espaldar del asiento delantero.
En medio del desorden, el representante Abelardo Forero Benavides comenzó a gritar “paz, paz, paz”, y el secretario de la corporación Paz Córdoba —creyendo que se dirigían a él—, respondió: “Ahora no puedo, doctor Forero, espere a que se restablezca la normalidad”.
Según contaron los testigos, hubo 40 disparos, 30 de revólver y diez de pistola. Jiménez falleció al instante y Jorge Soto del Corral —exministro y defensor del proyecto— murió pocos meses después.
La situación de orden público, a la que tanto le temía el liberalismo, se agudizó tanto que no participó en las elecciones y el conservatismo se presentó sin rival. Ganó Laureano Gómez, a quien le tocó esperar nueve meses para posesionarse. ¡Qué situación tan embarazosa!
Luego, ¿cambio de fechas electorales? ¡Ni de vainas!