Capitales y devaluaciones

Armando Montenegro
17 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Este año está cesando la entrada masiva de capitales a las economías emergentes, un fenómeno que por algún tiempo impulsó sus mercados de capitales, financió sus gobiernos y permitió el desarrollo de numerosas inversiones públicas y privadas. Esta es la principal razón de las devaluaciones de Brasil, Argentina, México, Turquía, entre otros.

Así como hasta hace poco tiempo los capitales salieron de las economías desarrolladas hacia las emergentes, impulsados por las bajísimas tasas de interés en Europa y Estados Unidos (fruto de las laxas políticas monetarias establecidas después de la gran recesión de 2008) y atraídos por la mayor rentabilidad en los países periféricos, ahora, con el cambio de las condiciones financieras, el mundo desarrollado ha vuelto a ser atractivo para las inversiones de capital. Con la recuperación del crecimiento y la amenaza de la inflación, los bancos centrales de Europa y Estados Unidos han comenzado a elevar sus tasas de interés y retirar las generosas políticas expansionistas de los años pasados. A esto se suma el gradual incremento de las tasas de los papeles del Tesoro norteamericano, resultado de un déficit fiscal que se ha elevado como consecuencia de las rebajas de impuestos y el aumento de los gastos del gobierno Trump.

Como era de esperar, el dólar se ha fortalecido a raíz de este fenómeno. Y esta ha sido la principal causa de la depreciación de las monedas de los países emergentes. En el caso de economías con grandes desequilibrios macroeconómicos, como Argentina y Turquía, la apreciación del dólar ha inducido fuertes sacudidas cambiarias que han amenazado con desquiciar sus mercados.

Otro factor que está contribuyendo a que disminuyan los flujos de capitales hacia el mundo emergente es el creciente riesgo político de varios de sus países más importantes. México está golpeado por las dificultades en la negociación del Nafta y, sobre todo, por la incertidumbre generada por el previsible triunfo del populista López Obrador. Brasil se debate en una crisis política sin precedentes, padece grandes dificultades fiscales cuya solución se ha pospuesto en forma peligrosa y sufre con la incertidumbre sobre el resultado de las próximas elecciones presidenciales. Y, en Argentina, la crisis cambiaria ha generado dudas sobre la gobernabilidad del presidente Macri, sólo en parte atenuadas por el apoyo del Fondo Monetario Internacional.

Todo lo anterior ha resultado en una mayor percepción de riesgo en los países emergentes, fenómeno que se aprecia por una más o menos generalizada alza de las primas de riesgo país en América Latina y varias naciones asiáticas.

En Colombia, la previsible tendencia a la devaluación, fruto de la apreciación del dólar, ha sido mitigada por el incremento del precio del petróleo, así como por el cumplimiento de las metas fiscales y la expectativa de que el próximo gobierno continuará el tradicional manejo macroeconómico cuidadoso.

En todo caso, el gobierno entrante tendrá que hacer frente a grandes presiones fiscales y demandas sociales en medio de una situación internacional muy compleja, muy diferente a la que el país gozó durante los años pasados. Desde el mismo 7 de agosto deberá acometer una serie de reformas inaplazables, indispensables para mantener el orden en las cuentas públicas y la confianza de los mercados en la economía colombiana.

 

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