Casa de empeño

Jaime Arocha
21 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Celebro a nuestros cimarrones en el Día de la Afrocolombianidad. El 14 de mayo, Semana en Vivo fue sobre el atentado ocurrido diez días antes en Santander de Quilichao contra Francia Márquez y otros líderes de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca y del Proceso de Comunidades Negras. La líder urgía a que el presidente Duque oyera los reclamos de las comunidades negras por los reiterados incumplimientos de cerca de 300 pactos alcanzados desde 1986. Condensó el reiterado desentendimiento oficial diciendo: empeñan la palabra y pierden el recibo.

No obstante las urgencias de hoy, la gente negra guarda memorias aún más antiguas del incumplimiento. En los Montes de María, para la segunda mitad del siglo XVI, Benkos Biohó ya había apalencado gente negra que no toleraba la pérdida de su libertad**. Un siglo después, los asentamientos rebeldes lograban economías estables como la de la fabricación de mantas de algodón en el palenque de la Matuna, el cual lideraba la capitana Leonor. Sin embargo, amos y gobernantes resentían la pérdida de sus mercancías humanas y en 1688 recibieron autorización real para una arremetida militar. Conscientes del riesgo que enfrentaban, y con la guía de Domingo Criollo, capitán del palenque de San Miguel Arcángel, los cimarrones entablaron diálogos con el cura de Luruaco, Baltasar de la Fuente Robledo y redactaron una carta que el religioso le presentó al Consejo de Indias y al rey Carlos II. Consentían convertirse en vasallos de su majestad a cambio de inmunidad por sus alzamientos y de que se suspendieran las acciones armadas en su contra. Eso sí, se comprometían a no reclutar ni albergar a más insurrectos. Consejo y rey aceptaron la propuesta, ordenaron suspender la cédula de 1688 y redactaron una nueva legitimando el vasallaje y la libertad de los palenqueros.

Don Baltasar regresó con la cédula real de 1691 que esclavistas y autoridades locales catalogaron de fraudulenta mediante la falsa noticia de que “había sido conseguida por el padre De la Fuente con engaños”. Pasaron así a las operaciones militares que fueron muy cruentas contra los palenques de Matuderé y Betancur, complementadas mediante ofrecimientos de 40 pesos por insumiso capturado y devuelto al esclavista, y de cuatro pesos por cabeza cercenada. Montarlas en estacas y apostarlas a lo largo de los caminos que conducían a Cartagena o en sus entradas consistiría en una disuasión aterradora, la cual tampoco aplastó la búsqueda de la libertad. De ahí que para 1710 el capitán Nicolás de la Rosa, del mismo palenque de San Miguel, estuviera negociando la paz con el obispo Antonio María Cassiani. Pese a que era mucho más complejo, el acuerdo alcanzado se enmarcaba en condiciones comparables a las del anterior.

No han desaparecido ni el desprecio por las luchas étnicas, ni la arrogancia que ofrece la ficción de la supremacía blanca. Se usan para traspapelar el recibo que acredita el empeño de la palabra oficial.

* Ciudadano indignado por la descalificación a la cual está sometido el general Diego Villegas tras haber pedido perdón por el asesinato de Dimar Torres, conforme lo documentó Noticias Uno en su edición de mayo 19 de 2019.
** Aquí sintetizo parte del libro titulado San Basilio de Palenque: memoria y tradición. Surgimiento y avatares de las gestas cimarronas en el Caribe colombiano, que la historiadora María Cristina Navarrete publicó en 2008.

 

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