Casandra del desarrollo territorial

Adolfo Meisel Roca
11 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Hace 100 años los principales dirigentes del Caribe colombiano se reunieron en Barranquilla para fundar la Liga Costeña. Desde finales de 1918 algunos políticos de reconocida trayectoria parlamentaria, como Pedro Juan Navarro, y empresarios con experiencia en el sector público, entre ellos el exministro de Hacienda Tomás Surí Salcedo, habían visitado Cartagena y Santa Marta para obtener apoyo en la consolidación de esta iniciativa.

El reclamo de estos dirigentes del Caribe, pertenecientes a los dos partidos políticos que existían en la época, era que la región estaba siendo “maltratada y olvidada”. Tenían la firme convicción de que en el país se estaba dando un proceso de desarrollo territorial que, de no corregirse, significaría excluir la zona Caribe de las inversiones públicas del Estado colombiano, y por tanto se frenarían sus posibilidades de crecimiento económico. Como Casandra, la princesa troyana que predecía catástrofes que se cumplían pero que era siempre condenada a que no le pusieran atención, lo que los dirigentes pronosticaron se cumplió e incluso con mayor gravedad de lo que avizoraron.

La primera asamblea de la Liga Costeña se realizó en Barranquilla el 8 de enero de 1919. La presidió el mompoxino Manuel Dávila Flórez, quien en el período legislativo anterior había sido senador, y Tomas Surí Salcedo actuó como presidente honorario. También participaron en esa primera asamblea o en la segunda, que se desarrolló en Cartagena en julio de ese mismo año, Henrique L. Román, Carlos Vélez Daníes, Ernesto Cortissoz, Pedro Juan Navarro, Simón Bossa, Pedro M. Dávila, Luis J. Abello, Urbano Pumarejo, Nelson P. Vives, Francisco Carbonell González, José Félix Fuenmayor Reyes y muchos más.

¿Qué reclamaban los promotores de la Liga Costeña? Se referían principalmente a obras de infraestructura y a ajustes en materia de legislación económica, como aranceles al trigo importado y el manejo de las salinas marítimas. Lo evidencia, por ejemplo, la noticia del 26 de julio de 1919 del periódico El Derecho, en donde se señalaba que los dirigentes reclamaban “al Gobierno, entre otras cosas, la apertura de Bocas de Ceniza, la canalización del río Magdalena, del caño que conduce a Santa Marta, del río Sinú, del dique de Cartagena; el mejoramiento y saneamiento de los puertos marítimos de Puerto Colombia, Cartagena y Santa Marta; la reconstrucción o ensanche de los edificios de las aduanas”.

El fracaso fue rotundo. En la década de 1920 el país invirtió en infraestructura, ferrocarriles principalmente, como nunca lo había hecho en toda su historia. De la llamada Danza de los Millones, la Costa sólo recibió un porcentaje irrisorio, menos del 5 % del total.

Sin embargo, el mayor fracaso fue no haber buscado soluciones al problema más apremiante de la región: su enorme rezago en capital humano. Incluso si hubieran logrado muchas de las inversiones en obras públicas que demandaban, el retraso en los niveles de desarrollo económico y social de los tres departamentos del Caribe, La Guajira y San Andrés se hubiera ampliado en las décadas siguientes a 1919.

¿Qué lecciones nos quedan? Yo resaltaría dos: la dirigencia de las regiones requiere de una visión clara de sus potencialidades y debilidades. Pero, sobre todo, que el poder se conquista.

 

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