Ciencia ficción

La posición del gobierno de Iván Duque frente a Cuba sobrepasa cualquier argumentación diplomática creíble.

“Desde Colombia no ha habido agresiones a Cuba”, dice cruelmente la canciller, omitiendo que desde 2019 el Gobierno ha insistido en poner a ese país en una encrucijada. Porque hace dos años la advertencia de Duque fue clara: Cuba debe escoger entre romper los protocolos que firmó como garante de los diálogos con el Eln, por un lado, o enfrentar una campaña de desprestigio liderada por Colombia, por el otro.

El argumento inicial del Gobierno para no acatar esos protocolos consistió en decir que no habían sido firmados por Duque. En eso insistía Miguel Ceballos, negando que mientras un gobierno está en ejercicio, habla y actúa en nombre del Estado.

Por primera vez en la historia, en 2019 Colombia se abstuvo de votar ante la ONU sobre la decisión de levantar o no el bloqueo a Cuba. El Gobierno argumentó que la isla agredía al país al respaldar a Maduro, no entregar a los del Eln y supuestamente promover la protesta social de ese año.

Pero una cosa es respaldar a Maduro y otra atentar contra Colombia. Con ese argumento también habría que romper relaciones con China. Incluso en los dos periodos de Uribe, Colombia votó en contra de esas sanciones anacrónicas.

Más sorprendente que la votación de la ONU fue el informe sobre Cuba, oficial y mal escrito, que hace unas semanas el Gobierno entregó a varios medios. Allí planteó suspicacias sobre la entrada de médicos y deportistas cubanos al país y aseguró que la isla ha participado en “operaciones con el fin de desprestigiar al gobierno (de Duque) ante la comunidad internacional”. Además, que Cuba busca “articular planes para afectar a países políticamente antagónicos a ellos”. Todo eso se habría hecho, según el texto, a través de los 50 instructores cubanos registrados en el Ministerio del Deporte y de 2.700 atletas que habrían llegado a lavar cerebros.

A las suspicacias del informe sobre los deportistas, el Palacio de Nariño sumó otras adicionales. Tras la denuncia del embajador cubano de que el Eln estaría buscando atentar contra su embajada en Bogotá, el comisionado de Paz dijo, con tonito, que “alguien no debe estar diciendo toda la verdad”.

La última vez que Colombia rompió relaciones con Cuba fue en el gobierno de Julio César Turbay. Entonces la seguridad nacional era el criterio para manejar la relación con el mundo.

Por más referente político que sea Turbay de Iván Duque, los tiempos son otros. La Cortina de Hierro no existe y una pandemia es el más global de los fenómenos. Hoy, expulsar a espías rusos o pasar de agache frente al bloqueo no le da al Gobierno ni legitimidad interna ni puntos en la escena internacional.

En enero de este año, Trump volvió a incluir a Cuba en la lista de países auspiciadores del terrorismo. Su justificación fue calcada de la del Centro Democrático: la negativa de Cuba a extraditar a miembros del Eln tras el cruel atentado a la Escuela de Policía General Santander.

Mientras eso sucede, la canciller insiste en que “nunca se ha dicho que Cuba es un país que patrocina el terrorismo”. Todo un mundo paralelo.