Colateral

José Fernando Isaza
30 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

En mi anterior columna sobre la catástrofe de Hidroituango, denominada “incidente” por las directivas de EPM, escribí que la galería auxiliar de desviación (GAD) no estaba terminada cuando se taponó con concreto el túnel de desvío. Si estaba construida, no había sido operada para conocer su comportamiento. No resistió el flujo del río, inicialmente destruyó parte de la montaña al salir el agua y después colapsó el túnel, generando alarmantes riesgos. Aún no se había terminado el vertedero. La construcción de la GAD se inició sin la aprobación de la ANLA.

El colapso de la GAD no fue ocasionado por crecientes anormales del río Cauca. Estas deben ser amortiguadas por el embalse: el flujo del agua y la presión sobre la GAD dependen fundamentalmente de la cabeza hidráulica, que es menor que la diferencia entre la altura del vertedero y la cota de entrada a la GAD.

El taponamiento del túnel de desvío con concreto y no con válvulas y las deficiencias en el diseño de la GAD señaladas por la firma Skava pueden ser las decisiones que tuvieron mayor impacto en la crisis de Hidroituango.

Además de afectar a la población aguas abajo de la presa y de los daños en el sistema ecológico de la cuenca del río, las anteriores decisiones son un daño colateral para el desarrollo del potencial hidroeléctrico del país. Es posible construir centrales minimizando el efecto sobre las comunidades y reduciendo a niveles aceptables los impactos sobre la ecología. Las centrales hidroeléctricas en las que antes de llenado el embalse se retira el material vegetal para evitar la emisión de metano (gas con efecto invernadero 20 o 30 veces superior al del anhídrido carbónico) tienen un efecto sobre la atmósfera muy inferior a la generación térmica; además, el espejo de agua, al aumentar el albedo, contribuye a reducir la radiación infrarroja causante del aumento de temperatura atmosférica. En el caso de Hidroituango el embalse se llenó antes de retirar el material vegetal. No es de extrañar la presencia, según la Fiscalía, de 8 km de buchón. Las directivas de EPM afirman que es natural que esto se produzca en los embalses. En efecto, esta maleza se presenta después de varios años de funcionamiento; en Hidroituango, el buchón hace presencia a gran escala antes de generar un solo kWh.

Con toda razón, las comunidades que pueden verse afectadas con la construcción de una nueva central hidroeléctrica van a exigir garantías suficientes para no cargar con el costo y sufrimiento de decisiones al menos discutibles. Pensarán: si una empresa ampliamente reconocida nacional e internacionalmente como EPM ha causado tanto daño a la población aguas abajo de la presa, ¿qué podrá esperarse de otros constructores sin la trayectoria de EPM?

Es de mayor importancia que se conozcan los estudios que llevaron a tomar las decisiones. Ver hasta qué punto se evaluaron los riesgos, cómo se calcularon las pérdidas esperadas versus los beneficios de reducción de costos al no cerrar con válvulas y no revestir parte de la GAD, por qué se inició la construcción de la GAD sin la autorización de la ANLA, cómo se tomaron estas decisiones y con qué estudios profundos lo hicieron. Una comunicación más clara puede ayudar a comprender por qué se produjo esta grave situación y aplicar estos conocimientos a nuevos proyectos para reducir los riesgos y costos humanos y ambientales y continuar con el desarrollo hidroeléctricos del país.

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