Colombia, lugar 130 en libertad de prensa

La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) publica anualmente desde 2002 el índice mundial de libertad de prensa, el cual califica a 180 países. Se evalúan factores como el pluralismo, la independencia de los medios, el marco jurídico y la protección de la integridad personal de los periodistas.

Según el informe del año 2017, “existe un clima de odio cada vez más marcado hacia los periodistas”. Aun en países democráticos, los jefes de Estado ven a la prensa “no ya como uno de los pilares fundamentales de la democracia, sino como un adversario frente al cual muestran abiertamente su aversión”.

Noruega, Suecia, Holanda, Finlandia y Suiza ocupan los primeros lugares. En América Latina, los mejor calificados son Costa Rica (lugar 10), Uruguay (20) y Chile (38). En esta región, los últimos lugares los ocupan Cuba (172), México (147), Venezuela (143), Honduras (141) y Colombia (130). Según el informe de RSF, la mala calificación a Colombia se debe a que el periodismo es víctima de grupos ilegales como el Eln y las bandas de narcotraficantes.

En el caso de Estados Unidos (lugar 45), el informe de RSF reprocha la explícita hostilidad del presidente Trump hacia la prensa, a la que califica como “enemigo del pueblo estadounidense”. Ese mismo sector de la prensa que en tiempos de Barack Obama vivió de luna de miel con la Presidencia, ahora se enfrenta a Trump. Gracias a la oscura vida privada del presidente, sus mentiras, torpeza y extremismo, los niveles de audiencia de los medios han subido considerablemente.

En Colombia, la relación de la prensa con el poder presidencial también tendrá un significativo cambio de giro en el próximo gobierno, cualquiera que sea el nuevo mandatario. Aunque el período de cuatro años, sin posibilidad de reelección, puede refrescar la democracia y hacer más decente la política, existe el riesgo de que el país se radicalice aún más. En ese escenario, la relación del presidente de la República con la prensa puede llegar a parecerse a la de Trump. Los medios serios —neutralizando el fanatismo de las redes sociales— tienen el deber y la responsabilidad de evitar que eso suceda.