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Karina estudiaba una carrera que nada tenía que ver con la comunicación, pero siempre le gustó escribir historias. Por eso decidió hacer una práctica voluntaria en una revista estudiantil en Cartagena. Para su primera publicación quiso entrevistar al cronista Alberto Salcedo Ramos.
Le escribió por Twitter, pero él le advirtió que no tenía tiempo. Días después, empezaron a hablar por Facebook. “Teníamos varios amigos en común”, cuenta ella. Karina se emocionó al notar que lograría conseguir la entrevista con Salcedo Ramos, pues admiraba su trabajo y sabía que iba a ser un gran logro. También hablaron por WhatsApp.
Salcedo Ramos le advirtió a Karina que viajaría a Cartagena en enero de 2018 y que podrían hacer la entrevista. Se pusieron una cita en las playas de La Boquilla. “Nos sentamos en una carpa y ahí estuvimos conversando”. En ese lugar, Salcedo Ramos empezó a insistirle en que se tomara un trago. Ella no quiso. “Le expliqué que tenía prácticas y que eso me podía acarrear una sanción en la universidad. Él se tomó una cerveza, yo agua”.
Después, empezó a insistirle en que quería darle un beso. “Yo le dije que no quería. Es una persona que me dobla la edad. Le aclaré que mis intenciones de vernos no eran eso, sino simplemente obtener información para el escrito de la revista. Insistió, insistió e insistió hasta el punto que me robó el beso. Yo me quedé en shock. Él hizo como si nada, se portó como si nada hubiera pasado, como si yo hubiera aceptado eso. Mi única respuesta fue pedirle que nos fuéramos, con la excusa de que se me estaba haciendo tarde”.
Después, se dirigieron a buscar un taxi. “Cuando cogimos camino al centro de la ciudad, pues él se estaba quedando unas cuadras antes del lugar donde yo estaba haciendo mis prácticas, sus manos empezaron a ir tocando zonas que no deberían. Empezó a tocarme las piernas y a intentar ir subiendo las manos hacia mi vagina y hacia mis senos. Yo me corría para impedírselo. No me sentía cómoda. Él entendió el mensaje luego de muchas veces de decirle que no”.
Karina le escribió agradeciendo por sacar de su tiempo para la entrevista. “Pero la verdad se me fue por completo toda la motivación de escribir algo respecto a él, entonces nunca lo hice. En esos día seguimos hablando un poco más por WhatsApp, él me pedía con audios que nos viéramos, me invitaba a Barranquilla, pero yo no acepté y no lo volví a ver”. Hoy, después de conocer los testimonios de Angie Castellanos y Alejandra Omaña, dice que es imposible no preguntarse qué habría pasado de haber aceptado la invitación.
“Es bastante perturbador y doloroso que (Salcedo Ramos) se aproveche y abuse de su poder con chicas como nosotras, que lo admiramos como periodista”, comenta.
El “beso robado” ha sido una y otra vez romantizado en canciones, libros y películas. Pero detrás de esa idea de robar besos está una mujer que no ha dado su consentimiento. El relato de Karina demuestra la importancia de cuestionar este tipo de comportamientos históricamente naturalizados, pues pueden intimidar y lastimar a muchas mujeres.
Además, en el contexto de las demás denuncias presentadas contra el cronista, es importante recordar que la violencia escala. Lo que empieza con insinuaciones sexuales no consentidas y pasa por besos robados, muchas veces termina en actos de violencia sexual que dejan huellas muy dolorosas de por vida, tal como relataron Angie Castellanos y Alejandra Omaña.
Omaña y Castellanos denunciaron en fiscalía al periodista Alberto Salcedo Ramos por delitos sexuales en septiembre de 2020. Las Igualadas, formato de opinión de El Espectador, publicamos sus testimonios en un video en donde otras cuatro mujeres también lo señalan de manera anónima por distintas formas de violencia sexual.
Salcedo Ramos respondió ante los señalamientos en un comunicado que puede leer aquí.
En ese momento, Las Igualadas aseguramos que “en los testimonios (de las mujeres entrevistadas) se repite un modus operandi (de Salcedo Ramos): se conoce con las jóvenes en un espacio académico, luego busca una conversación por redes sociales, o viceversa, después les envía una invitación a un café y luego hay un aprovechamiento de su nombre y reputación con fines sexuales presuntamente no consentidos”.
Como respuesta a la publicación, la periodista Andrea Betancourt lanzó la siguiente invitación por Twitter: “Y si hacemos una cadena con los mensajitos que nos enviaba Salcedo Ramos en su modus operandi... Ya estuvo bueno de tanto silencio, si quieren comienzo yo”. Decenas de mujeres se sumaron y compartieron mensajes similares de Salcedo Ramos, con contenido que las hizo sentir incómodas.
En el mismo contexto, otras 22 mujeres escribieron al correo electrónico de Las Igualadas dispuestas a contar sus historias con Salcedo Ramos, en la mayoría de los casos protegiendo su identidad ante la opinión pública. Karina*, a quien pertenece el testimonio publicado aquí, es una de las 22. Este relato es el resultado de varias entrevistas telefónicas y escritas con ella*:
Recientemente, Salcedo Ramos contó en su cuenta de Twitter que fue citado por la Fiscalía a una audiencia de imputación de cargos y agregó: “Asistiré con el respeto que siempre le he profesado a la ley. No aceptaré cargos. En su debido momento me defenderé con la confianza de que mis pruebas son contundentes y resplandecerá la verdad”.
* El nombre real de Karina fue cambiado para proteger su identidad.
#AMíTambién es un espacio creado en el 2019 por Las Igualadas para visibilizar la violencia de género.
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(*) Actualización. El 21 de marzo de 2024, el juzgado 20 penal de circuito de Bogotá absolvió en primera instancia de la comisión del delito de acto sexual violento a Alberto Salcedo Ramos, con ocasión de la acusación que en ese sentido fue presentada en su contra por la Fiscalía General de la Nación, por hechos denunciados públicamente por las estudiantes de periodismo Angie Castellanos y Alejandra Omaña.
En la lectura del sentido del fallo, el juez de conocimiento manifestó que no le apostaba a afirmar que estos hechos con el componente de ser reprochables penalmente no existieron. Expresó que el sentido fundante de la absolución era precisamente el reconocimiento de la duda y la aplicación expresa del in dubio pro reo.
