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LA SEMANA PASADA SE REALIZÓ EN Cartagena la sexta edición del Hay Festival.
¡Qué placer haber podido escuchar recitando en español a la poeta libanesa Joumana Haddad, o a Rubén Blades cantar, o a Gary Shteyngart mamar gallo, o disfrutar con la inteligencia de Shashi Tharoor, entre otros escritores invitados este año! Que venga el Hay Festival Cartagena todos los años en esta época, cuando empieza la cosecha de las ciruelas en los campos del Caribe nuestro.
Qué bueno que se realice en Cartagena y que también se hable de temas importantes como el del tráfico de mujeres y niñas. Cuando la periodista mexicana Lydia Cacho hizo su intervención la semana pasada en el Hay Festival, el Teatro Adolfo Mejía estaba hasta las banderas. Fue sin lugar a dudas una de la presentaciones más relevantes de este Hay Cartagena. Mientras ella contaba cómo había sido secuestrada y torturada durante más de veinte horas por la policía del Estado de Puebla, siguiendo órdenes del gobernador de ese estado, quien estaba confabulado con las mafias de la trata de esclavas sexuales, muy cerca del teatro Mejía los establecimientos dedicados a la comercialización de los servicios sexuales de mujeres jóvenes, sabrá Dios si muchas de ellas menores de edad, se preparaban para atender a sus clientes llegados de diferentes países del mundo y de toda Colombia.
Lydia Cacho es una valiente periodista que vive en Cancún y se ha enfrentado a las poderosas mafias que dominan el negocio del tráfico de mujeres y niñas para la explotación sexual. En su libro más reciente, Esclavas del poder (2010), presenta una radiografía de la situación en este campo desde Japón, pasando por Tailandia, hasta México. Lo que muestra es un cuadro terrible en donde la pobreza, la impunidad y las mafias se juntan para producir un enorme tráfico de mujeres a través del mundo. Señala, por ejemplo, que “…200.000 mujeres y niñas de Birmania han sido traficadas a Karachi, Pakistán, para ser vendidas como esclavas sexuales y para la mendicidad”. Este es un tema del cual se habla poco en nuestro país, a pesar de que a nivel internacional muchas de las víctimas de ese tráfico son colombianas, que emigran engañadas por las falsas ilusiones que les crean las redes dedicadas a ese comercio. Algunos de los casos documentados por Cacho se refieren a mujeres colombianas.
De hecho, ya en Cartagena hay un problema serio en este campo, aunque se hable poco. Una obra de Rafael Ortiz, un artista residenciado en Cartagena desde hace años, titulada Damas viajeras, se refiere a la explotación sexual de niñas menores por parte de redes locales y turistas extranjeros. En un tablero como los del juego de damas, Ortiz incluyó en los que son blancos unas muñecas que tienen unas etiquetas, como las que se usan para las mercancías, pero en vez del precio puso la edad a la cual tuvieron su primera relación sexual algunas niñas rescatadas por los organismos de apoyo: 10, 12, 8, 13, 11, 9. En los cuadros rojos incluyo sandalias playeras con las banderas de los países de donde provienen quienes llegan con ese fin: Italia, EE. UU., Canadá, entre otros. Toda la información que usó Ortiz está basada en hechos documentados por las psicólogas que trataron a las niñas. Este es un tema tabú en nuestro medio y el silencio sobre el tema contribuye a la impunidad. Por eso, que el Hay 2011 hubiera invitado a Lydia Cacho para poner el tema en la agenda del debate público me parece que fue un gran acierto.
