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Si extendemos al país el furor clasificatorio de los académicos, podríamos dividir la población entre los que critican, los que trabajan y critican, y los que trabajan callados y sin parar. Entre estos últimos están muchos de los colombianos que admiro. El pasado fin de semana tuve el privilegio de disfrutar la obra monumental, y creo que no suficientemente reconocida, de un grupo de colombianos que trabaja en silencio. Me refiero a los artífices del Aviario Nacional de Colombia. ¡Qué magnífica iniciativa!
No soy un apasionado de la observación de aves. Es más, incluso me cuesta un poco de trabajo entender las que para mí son unas raras aves. Pero tengo que decir que aunque había escuchado elogios del aviario ubicado en la península de Barú, en Cartagena, no me imaginé lo esplendorosa que resultaría esa visita. Además, es una obra titánica. Por eso, mi admiración total para sus promotores: Silvana Obregón, Rafael Viera y los empresarios que los han apoyado. Todos callados, trabajando.
El Aviario Nacional de Colombia está ubicado en el kilómetro 14,5 de la vía entre Pasacaballos y el pueblo de Barú, a unos 50 minutos del centro histórico de Cartagena. Inició labores en febrero de 2016 y se construyó durante varios años. Cumple, además, tareas de educación y de investigación. Muchos de los empleados son habitantes de las poblaciones de Barú, convirtiéndose en polo de desarrollo de su entorno.
Consta de siete hectáreas que pueden ser recorridas, a marcha pausada, en unas dos horas y media. Son 21 exhibiciones: están el majestuoso cóndor, la enorme águila arpía, los flamencos, las guacamayas, loros, pelícanos diversos, tucanes y tantas otras especies. El recorrido se realiza por senderos bien construidos y mantenidos entre los manglares y el bosque seco tropical del Caribe colombiano. Un fascinante espectáculo de color y naturaleza.
El avistamiento de aves se ha convertido en uno de los renglones más dinámicos del turismo internacional. Para Cartagena es un activo enorme. Sin embargo, el gobierno local poco hace por promover y consolidar esta excelente iniciativa privada, que yo calificaría de quijotesca. Este es el tipo de bien público que la ciudad necesita para atraer un turismo educado, familiar, que le aporte al desarrollo local.
Me parece que el Aviario de Barú no ha recibido todo el reconocimiento que se merece. Ojalá los medios de comunicación le den mucho despliegue a esta obra fruto de la tenacidad de sus promotores. Las malas noticias reciben una cobertura desproporcionada. El aviario es un ejemplo de buenas noticias. Miles y miles de colombianos visitan cada año Cartagena, y todos deberían poder conocer este oasis de respeto por el medio ambiente. La entrada no es económica, pero sospecho que está muy subsidiada en virtud del respaldo económico de empresarios colombianos que han querido apoyar esta iniciativa que protege el patrimonio de nuestro país. Queda uno muy satisfecho con esta visita a un lugar de excelencia para el ecoturismo. ¡Aplausos para estos colombianos que trabajan callados!