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Mafe

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Adolfo Meisel Roca
22 de enero de 2011 - 03:00 a. m.
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MARÍA FERNANDA GÓMEZ HA DECI-dido desafiar el adverso destino que le trató de imponer el fenómeno climático de "La Niña".

Ahora ella vive hacinada con su familia en uno de los albergues instalados en Sabanalarga, donde han ido a parar decenas de damnificados del invierno, provenientes del corregimiento de Carreto, municipio de Candelaria, en el sur del departamento del Atlántico.

María Fernanda, o Mafe como le dicen cariñosamente, sólo tiene 13 años. Sin embargo, ahora los niños más pequeños le dicen con respeto ‘la Rectora’. La razón es que Mafe quiso ponerse a hacer algo útil para no aburrirse y organizó en el albergue un colegio para enseñarles a los menores todo lo que sabe de aritmética y de lecto-escritura. Creo que su talante debe ser parecido al de otra niña que a los 13 años decidió enfrentar el aburrimiento y la adversidad escribiendo un diario: Anna Frank.

Me pregunto si la iniciativa de Mafe les correspondía haberla pensado y organizado desde los primeros días a las autoridades designadas para la atención de este desastre. Hace unas pocas semanas Armando Montenegro señaló en su columna que la manera como las selecciones nacionales juegan al fútbol tal vez revela algo de los rasgos de personalidad de los países: en el caso colombiano, parecería que la característica más distintiva es la convicción de que el triunfo es inalcanzable. Las tribunas de nuestros estadios enloquecen de alegría cuando empieza el toque-toque del seleccionado nacional, así no se acerque al gol.

Cabe preguntarse: ¿En la atención a los damnificados nos estamos olvidando del gol? Empiezan a percibirse algunos síntomas preocupantes. La gente se está hastiando de la espera, las malas condiciones de vida, las largas colas para la atención, la “danza del indio” entre oficinas públicas, la falta de acciones elementales como la organización de la limpieza y su inicio en los sectores donde ya las aguas han salido. Por ejemplo, en Santa Lucía, Atlántico, la mayor parte del casco urbano ya está seco, pero como secuela quedaron cantidades enormes de culebras que buscan los sapos que proliferaron cuando se inundó el pueblo. La gente que ha regresado duerme con temor de las mapanás y cascabeles que se encuentran por todas partes. Las calles están cubiertas de “taruya” y basura y no se ha empezado la limpieza. La Alcaldía despacha desde Barranquilla, que queda a más de una hora por carretera.

Los buenos entrenadores deportivos siempre han enfatizado en la necesidad de concentrarse en lo básico. En la tierra del toque toque es hora de concentrarse en las necesidades de los damnificados para atenderlos adecuadamente. En esa medida es fundamental escucharlos. Afortunadamente, existe una metodología que serviría mucho en este caso (y cuya pertinencia no comparto para el caso de la investigación académica) y es la Investigación Acción Participativa (IAP), que desarrolló el sociólogo barranquillero Orlando Fals Borda. Me parece que es muy útil la IAP para el diseño de políticas públicas relacionadas con la atención de desastres, ya que permitiría involucrar a la comunidad en la resolución de sus problemas. Se usarían así el talento, los conocimientos y el trabajo de la gente más interesada en que la atención a los afectados por este desastre y la posterior reconstrucción sean un éxito. Con enorme humildad creo que hay que aprender de lo que está haciendo con inteligencia, alegría y seriedad Mafe, la rectora ejemplar.

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