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Adiós a los días tranquilos

Adriana Cooper

03 de febrero de 2021 - 10:00 p. m.

¿Qué es la tranquilidad? Un diccionario conocido la define así: estado en el que se toman las cosas con tiempo, sin nerviosismos ni agobios, y que no se preocupa por quedar bien o mal ante la opinión de los demás. ¿Para qué sirve? La pregunta suena obvia, pero en ciudades o pueblos de países como Colombia no lo es, porque se convierte en un estado esquivo o desconocido para muchos que no saben ya qué es pasar un día sin escándalos, sin ruido, sin la presión de la inmediatez o la ansiedad de la incertidumbre casi absoluta. Empecemos por el campo y algunos de nuestros pueblos. Hasta el 1° de febrero y según las cifras de Indepaz, en Colombia han ocurrido diez masacres este año. Solano, Betania, Cali, Tarazá, Popayán, Buga, Policarpa y Olaya Herrera son los pueblos que tienen la mancha del irrespeto por el cuerpo y la historia de otros. ¿Cómo logra una familia volver a confiar en el silencio de la noche en la montaña?

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Pasemos ahora a una ciudad como Medellín. Desde la llegada de Daniel Quintero a la Alcaldía, aquí se desconoce qué es pasar una semana sin escándalos; a veces hay declaraciones parciales, palabras mal dichas, avisos de última hora, juicios sin soporte suficiente o aguas turbias que se vierten sobre el nombre de una persona o institución sin que parezca importar mucho la consecuencia o el dolor causado. Todo esto hace parte de esa cultura actual donde la velocidad del momento o la ambición por ganar poder, protagonismo o prestigio llevan a las personas a buscar resultados inmediatos y desconocen una segunda oportunidad, el beneficio de la duda, el valor de ver lo bueno en el otro o de construir a partir de lo creado y existente.

Un ejemplo de esto es lo ocurrido recientemente a la Fundación Carla Cristina, una institución que durante décadas ha trabajado por la educación en Medellín y en cuya historia de generosidad están involucradas muchas familias de la ciudad. Según declaraciones y fotos en redes del mandatario Quintero, la fundación falsificó un documento y tuvo la intención de “engañar”. Él, que ha tenido que retirar funcionarios por fallas de comportamiento, debería saber ya que un episodio no define en su totalidad a una persona y que una técnica básica de la negociación de conflictos, para quien está realmente interesado en el otro y en la tranquilidad, es buscar el entendimiento y el beneficio mutuo. ¿Y si en lugar de avergonzar en público se mantiene en privado hasta tener todas las explicaciones?

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Pretender que haya tranquilidad colectiva en una ciudad como Medellín bajo el gobierno de Quintero es casi improbable. Y esto ocurre porque más que construir con la gente, unir hilos y reparar lo quebrado, le interesa imponer, descalificar, ganar brillo y sacar del camino a todo aquel que controvierta o traiga un desafío.

¿Para qué sirve la tranquilidad en una ciudad? Para tomar buenas decisiones, para ver lo bueno en otros, para trabajar en equipo con confianza y sin fracturas, para enfocar la inteligencia, el tiempo y la energía en resolver problemas ancestrales: las muertes, la pobreza, el desplazamiento, la falta de oportunidades y cambiar un sistema educativo que aún no ha sido capaz de enseñar a sus estudiantes, los gobernantes futuros, el poder de la verdad o el amor.

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