A veces, las historias cercanas y simples se convierten en esa pieza de rompecabezas que faltaba o en la conclusión de una pregunta que lleva varios días en el aire. En uno de los minutos de aquella mañana luminosa, llegó una mujer llamativa a saludar a varias personas. Le dijo buenos días a todos, menos a alguien: a la novia del hombre al que le había estado enviando mensajes desde días atrás, con la intención de empezar con él algún romance o historia. Lo que ella no sospechaba es que la mujer no saludada ya sabía lo que ella había hecho. El novio no había revelado los detalles.
En esta época de redes sociales, emojis de fueguitos o corazones que se envían a través del celular o las redes, las probabilidades de que se filtre una historia de estas es cada vez mayor. Nuestro rastro en el mundo digital es casi imposible de ocultar y cada persona que tenga un teléfono puede ser testigo de una situación, si así lo quiere. A esto se suma el deseo en aumento, de muchos, de saber con rapidez qué hacen los otros; tal vez sea una forma de dejar de mirarse a sí mismo. La historia reciente de Kate Middleton es un ejemplo.
Ante todo lo que pasa, y ante las nuevas formas de la información de encontrar la luz, se hace más difícil creerles a nuestros gobernantes cuando dicen que no supieron algo o que no cometieron cierta acción. Ya lo dijo el profesor Yuval Noah Hariri en una entrevista: “Estamos muy cerca del punto en el que una corporación como Google o un gobierno como el de Estados Unidos o China sean capaces de entenderte mucho mejor de lo que tú te entiendes a ti mismo”.
En épocas pasadas, los espías, los infiltrados y la gente que quería pasar desapercibida, lo lograba con inteligencia, sentido, redes de ayuda y un control mental que los llevaba a evitar cualquier revelación o desliz que le permitiera a alguien identificarlos. ¿Esto aún será posible?
Para los gobiernos y poderosos, conservar información confidencial que no quieren que se sepa es cada vez más desafiante. El éxito depende de la tecnología usada, el autocontrol del líder y del rigor que se haya tenido al realizar todos los procesos. También depende de los escrúpulos de la persona. Asesinar al que sabe demasiado sigue siendo, para algunos, un camino.
Conocer cada vez más la vida de otros y decidir qué hacer con esa información tiende a ser cada vez más sencillo porque, en terrenos más cotidianos, son las personas quienes revelan con facilidad su forma de vivir. Banksy, el artista, ya se lo preguntó: “No se por qué la gente está tan interesada en hacer públicos los detalles de su vida privada; olvidan que la invisibilidad es un superpoder”.
En un mundo que cada vez busca conocer más y mejor lo que hacen las demás personas, parece que solo quedan unos cuantos caminos para ir en la vida sin tanta visibilidad sobre uno: la humildad de entender que todo puede saberse. Y entender que si hay algo ahora que nos podría avergonzar o cambiar el rumbo de nuestros días, si se supiera, tal vez, el único camino consista en hacerse varias preguntas previas, y finalmente no hacerlo. O probablemente solo quede como alternativa guardar buenos secretos.