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Alfabeto emocional

Adriana Cooper

31 de marzo de 2021 - 10:00 p. m.

Son casi las tres de la tarde y dentro del taxi suena una estación de radio que para algunos puede ser insoportable y para otros está asociada a la belleza contenida en la amargura. Las letras de las canciones escuchadas son una lista de celos y engaños, una sucesión de historias lacerantes denominadas amor que se prolongan en el tiempo como una enfermedad dolorosa o una sentencia impuesta por la costumbre a veces invencible.

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En muchos países de Latinoamérica y del mundo (hay excepciones en algunos puntos de Europa o comunidades conscientes de ello), las emociones se dejan al azar o están relacionadas con estereotipos creados por canciones populares y telenovelas. En las escuelas o colegios se habla poco del tema, muchos aprenden de las emociones a través de los fracasos y el Gobierno invierte poco o casi nada en la educación emocional.

Esa falta de dominio sobre el tema se ve reflejada diariamente en las noticias o en los libros de historia. En su libro El país de las emociones tristes, Mauricio García Villegas trata una teoría de Spinoza según la cual la forma de ser de las personas está basada en los encuentros que tienen en la vida: los buenos generan emociones positivas mientras que los malos provocan emociones negativas como tristeza, venganza o resentimiento. Esto último ha sido predominante en la historia de Colombia.

¿Es posible desviar el camino? La fuerza de la costumbre se vence con voluntad. En ciudades como Medellín es posible destacar el trabajo de personas como Sergio Molina, doctor en filosofía, quien invita a pensar en el amor de forma diaria (también en contextos como los negocios o la amistad) y a entender que no es un suceso aleatorio. “Tanto en el amor como en el desamor es importante tener la conciencia activa para ver lo que sucede”.

A él se suma la psicóloga Marta Gutiérrez, quien invita a muchas de sus pacientes a leer un libro que es un tratado de educación emocional: Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola. Este libro contiene cuentos que invitan a la reflexión, a formular preguntas o a entender las relaciones y sus ciclos (vida y muerte) para aprender a escoger si vivir con la incomodidad o ser capaz de superar el temor.

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A estos trabajos se suma Esther Perel, terapeuta internacional que en los últimos años ha viajado por varios países para entender situaciones como la infidelidad o la monogamia. Sobre la sexualidad masculina opina que generalmente es “el lenguaje castigado por el que los hombres acceden a un rango de emociones prohibidas. Ternura, delicadeza, vulnerabilidad y cuidados que no han sido tradicionalmente alentados para ellos. Su cuerpo es el lugar donde han encontrado que pueden satisfacer esas necesidades disfrazadas de un lenguaje sexual”. En el caso de las mujeres, dice que lo opuesto podría ser verdad: “Sus necesidades sexuales no han sido culturalmente aprobadas, pero sus necesidades emocionales son abiertamente reconocidas”.

Más que simular un vientre abultado para concientizar sobre el embarazo adolescente o transmitir reportes con detalles escabrosos sobre feminicidios y violencia familiar, ir al fondo de lo sentimientos y enseñar un tipo de alfabeto emocional que nos ayude desde pequeños a entendernos o relacionarnos con otros es fundamental.

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