Hace unos días, el periódico El País de España publicó una nota que cuesta ignorar. En la parte superior estaba el titular: El mundo se queda sin mariposas. Más abajo se veía una imagen en la que algunas de ellas, de alas azules, descansan sobre sobre las piedras de la Sierra Nevada, en España. Se calcula que “la mitad de los lepidópteros han desaparecido de varias zonas españolas y europeas mientras que en Estados Unidos han perdido casi la cuarta parte en lo que va del siglo”.
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Lo que para muchos parecía ser un suceso de un país, se convirtió en una tendencia del mundo originada por las condiciones de vida en las ciudades: frenetismo, construcciones que no tienen en cuenta a la naturaleza y una mirada centrada en lo monumental o llamativo y que deja por fuera a los seres pequeños y débiles.
Mientras eso sucede, a pocos minutos del aeropuerto José María Córdova y del centro de Rionegro, corazón del Oriente de Antioquia, hay un jardín donde las personas trabajan para que en Colombia no se extingan las mariposas. Se llama Mariposas Metamorfosis. Esteban Arango, su creador, cuenta que la historia de este sitio empezó hace casi dos décadas. En ese entonces, quería tener la libertad de trabajar en un negocio propio y en su búsqueda descubrió que, cuando sembraba las plantas adecuadas, las mariposas llegaban. Y nacían. “Descubrí que si uno siembra las plantas indicadas es como hacer magia, es atraer las mariposas y la vida”.
Ahora se dedica a la restauración, que consiste en devolver al ecosistema las características previas a la intervención de los humanos. Desde ese jardín, en Rionegro, envía plantas y crisálidas a lugares de Colombia, que lo buscan para asesorías, regalos y lograr que los jardines se conviertan en refugios de insectos y de plantas amenazadas.
El tema va más allá de la belleza que inspiran unas flores o alas amarillas en medio del campo, cerca del mediodía. Estos insectos frágiles transportan el polen de una flor a otra y las larvas sirven de alimento para otros animales. Su presencia es una señal de la salud que puede haber en un ecosistema.
Hasta el 2022, se hablaba de la presencia de 3.877 especies en Colombia y 219 endémicas, aproximadamente. En todo lo que se lee se resalta la biodiversidad, lo rico que somos, el país de la belleza. Sin embargo, de palabras no se vive. Y tampoco es necesario tocar el fondo para actuar.
En un mundo donde se cree que solo algunos son influencers es valioso recordar que cada persona tiene el poder entre las manos, es decir, puede sembrar un jardín grande o más pequeño y ayudar a esos seres pequeños que vuelan en búsqueda de su alimento, como hace Esteban Arango. Hace unos días, Leila Guerriero escribió una columna sobre otro tema: los afectos. Sin embargo, hay varias frases que aplican para la naturaleza: “Pero en el instante previo a perderlo todo se puede entrar en el soleado espectáculo del amor”. Y en este caso, esto se traduce en siembra o cuidado. También, hace unos días, Tal Ben-Shahar, uno de los psicólogos más reconocidos en el mundo, recordó una frase de Anna Frank: “Siempre puedes dar algo, incluso si es sólo amabilidad”. Por eso, ninguna siembra, por pequeña que sea, es en vano.