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Hace casi 20 años, Luis Carlos Barbotto y Beatriz Ferrer recibieron la noticia más difícil, tal vez: Felipe, su hijo, fue diagnosticado con un cáncer en el corazón. Un futuro promisorio en el mundo tangible quedó en pausa; la enfermedad se convirtió en protagonista y comenzó una de las experiencias más desafiantes y transformadoras de sus vidas. Médico y habitante temporal de la ciudad de Milán, Felipe los recibió a ambos en Italia cuando los días de la vida se escurrían sin freno y sus colegas ya habían dado su pronóstico: le quedaba poco. Semanas antes de trascender (verbo que usan sus papás), los invitó a un paseo. Luis Carlos y Beatriz no entendían completamente cómo alguien con una enfermedad terminal los invitaba a salir y a disfrutar el día: “El amor es hoy”, les respondió él.
Unos días después del viaje, el pronóstico de los doctores fue real. A partir de entonces, Luis Carlos y Beatriz empezaron un proceso de duelo y al mismo tiempo continuaron un camino espiritual del que su hijo hacía parte desde que tenía alrededor de 12 años, en 1988. Con el deseo potente de ayudar a otros, empezaron a acompañar a familias que al igual que ellos perdieron seres cercanos. También siguieron un camino en el que comparten su conocimiento: realizan talleres y diplomados donde enseñan a las personas a conocerse, a ser mejores y a ayudar a otros para que superen miedos o traumas. Su sede está en Medellín y también viajan por las ciudades de Colombia para llevar hasta ellas su mensaje.
En medio de todo, aclaran: “No estamos en pro ni en contra de ninguna religión ni pretendemos convencerlos de verdad alguna. Tampoco pertenecemos a ningún movimiento o secta o buscamos adeptos. Solo nos guía la filosofía del amor”.
En un libro que reúne las enseñanzas de un maestro inicial, precisamente cuentan en qué consiste: aceptación, tolerancia y paciencia, humildad, no juzgar, perdón, dar sin esperar recibir, amar la naturaleza, conservar y cuidar la materia, usar correctamente las palabras, bondad y entrega, no manipular ni dejarse manipular, honradez, honestidad, justicia, buen uso del poder y el dinero, desapego y respetar las creencias de los demás.
Después de mucho trabajo y estudio, este ingeniero civil y esta administradora de empresas entendieron que gran parte de las enseñanzas principales de la vida suceden junto a otros y que muchas veces no hemos sido preparados para estar con ellos.
Esto último puede comprobarse al revisar muchos de los currículos de escuelas, colegios privados o universidades: el énfasis está en la acumulación de saber intelectual. Algunos invierten gran parte del tiempo en enumerar los premios recibidos, el lugar en el escalafón o el puntaje en las pruebas Saber. Otros hacen énfasis en el rigor, en la necesidad de enfocarse en ciertos saberes, protocolos o el buen uso de ciertas normas científicas o gramaticales. En el caso de los gobernantes, existen aquellos que miden su éxito o presencia por las obras construidas, la tecnología adquirida o las transferencias realizadas. ¿Y a quién le interesa la educación emocional? ¿Quién enseña a querer a otros, a protegerse o a encontrar un poco de luz ajena incluso dentro de la aparente oscuridad absoluta?
