En un apartamento del barrio Niquía-Camacol, en Bello (Antioquia), viven dos niños menores de 10 años. Entre esos muros de ladrillo naranja hay una mamá que cada día intenta resolver varias preguntas: ¿cómo conseguir más días de trabajo en apartamentos de familias?, ¿quién va a cuidarlos mientras no estoy?, y otra más: ¿cómo voy a traer comida a la casa? Pan, mucho pan, algunos huevos y arroz hacen parte de desayunos, almuerzos y cenas diarios. Aunque las preguntas sean resueltas, hay una conclusión amarga: al no recibir los nutrientes necesarios, el cerebro de ambos niños no será el mismo que el de un adulto que sí haya comido...
Conoce más
