Hay noches que son difíciles de olvidar. Los aullidos de dolor comenzaron a las tres de la madrugada, en aquella casa de antejardín en el barrio Malibú de Medellín. Matías, el perro dálmata que dormía a mi lado desde que era un cachorro, se lanzaba contra las paredes de forma inexplicable y salvaje. El veterinario lo explicó: sus patas quedaron impregnadas de un veneno que alguien esparció horas antes sobre la calle y que él lamió. Días después, la piel áspera e inmóvil anunció su muerte y lo mismo ocurrió a otros animales que salieron a pasear aquella noche.
Hace unos días, Vanessa Bustamante, una realizadora audiovisual de...
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