Sucedió hace unos días, en uno de los barrios estrato seis de Medellín: Provenza, en El Poblado. En un lugar donde existen edificios de apartamentos, restaurantes, bares y algunos almacenes. Una mujer salió a pasear en ropa interior y su novio, un hombre que nació en Holanda, la llevaba con una cadena. Aunque han pasado varios días desde este episodio, las reacciones y medidas continúan. Al cierre de esta edición, el alcalde de Medellín ya había anunciado su veredicto: “Estamos pidiendo a Migración Colombia que expulse al holandés que vino a dañar la imagen de Medellín y a maltratar a las mujeres de la ciudad. Esta persona no le hace bien a Medellín, esa no es la fama que queremos para la ciudad”.
La mujer recibió un comparendo por parte de la policía por transgredir el artículo 33 del Código de Policía que prohíbe “realizar actos sexuales o de exhibicionismo que generen molestia a la comunidad”.
El problema aquí va más allá de una fantasía pública o el incumplimiento de la ley; hay una situación que aplica a otras regiones y deja en evidencia este episodio: la preocupación paisa por la fama y el llamado “qué dirán”. A pocos metros del lugar de los hechos, en el Parque Lleras, hay situaciones de prostitución (incluida de menores) y turismo sexual. A esto se suma el ruido en algunos negocios que supera los límites permitidos, la acumulación de basura los domingos por la mañana y gente que reclama un barrio que se vuelve ajeno. A pesar de los intentos de las autoridades por cambiar la situación desde hace varios años, los logros son limitados, por ahora, en palabras de los habitantes de edificios.
El “qué dirán” que tanto preocupa a mucha de la gente de Medellín es, a veces, el catalizador más potente para lograr cualquier cambio. Solo falta que un mal reporte salga fuera de nuestras fronteras para que autoridades y dirigentes actúen con diligencia.
El deseo de aparecer en la escena internacional también revierte el orden natural: a veces, el reconocimiento no es producto del éxito sino el punto de partida. Se crean aplicaciones y medidas o se anuncian sucesos y récords para tener presencia en los medios extranjeros.
Es esperado y necesario que, ante una trasgresión de la ley y ante la alteración de la tranquilidad, un mandatario se encargue y se pronuncie. Lo que llama la atención es que esto ocurra cuando un suceso se vuelve viral o puede afectar el nombre de Medellín en el exterior. ¿Por qué el alcalde no habla de los toques de queda de bandas en algunos barrios? ¿Qué pasa con las jóvenes que abandonan sus estudios de secundaria para dedicarse al turismo sexual? ¿Qué van a hacer las autoridades para que la gente que vive en apartamentos no abandone un barrio como Provenza? ¿Cuántas clínicas clandestinas de cirugías estéticas atienden en Medellín a jóvenes que encuentran en el uso del cuerpo su opción principal o destino? El arquitecto Jorge Pérez cuenta en su libro Medellín: urbanismo y sociedad cómo el diálogo social y el trabajo en equipo entre todos los actores fue uno de los elementos que detuvo la decadencia de esta ciudad en los años 90, una de sus épocas más oscuras. Diálogo que no ocurre todavía y que no podrá ser reemplazado por ninguna aplicación, máquina o anuncio de expulsión.