Hace poco, una universidad colombiana creó una plataforma para pagar a sus contratistas. La idea era cumplir con los requisitos del Gobierno y hacer la vida “más fácil”; pero entrar a este lugar es un viaje incierto y difuso: hay que ver tutoriales, llenar formularios, buscar varias pestañas, agregar documentos...
Luego de horas o días que toma el proceso, el pago se produce semanas después; no importa si se trata de un valor mínimo o un contrato millonario, la travesía es la misma para muchos y la dosis de paciencia requerida es alta.
Lo mismo ocurre en otros lugares que, inspirados en la premisa del modernismo, crean plataformas, formularios y sitios web con requisitos variados y extensos que pueden incluir una copia de la cédula al 150 %, y al final no ahorran tiempo.
Los procesos son el resultado de la mentalidad y la cultura en la que surgen. En Colombia, es común que al hacer una pregunta, muchos no respondan de forma directa sino con rodeos. Por temor a ofender o la incapacidad humana y natural a decir que no. Y quien habla directo a veces es juzgado o visto con recelo.
En este país también es común que algunas empresas o instituciones tarden años o meses en dar una respuesta, mucho más si es negativa, por vergüenza o incomodidad.
Aquí también es natural que el tiempo y la eficiencia no sean tenidos en cuenta, en su minuto a minuto. Para muchos jefes es más importante que el trabajador esté un número determinado de horas en un escritorio que mirar el cumplimiento de metas de esa persona en determinada fracción de tiempo. Ese tiempo perdido en trámites extensos o en palabras no dichas se podría aprovechar en proyectos nuevos, descanso, creación de ideas o soluciones.
Quienes entienden lo contrario se destacan y avanzan en su camino. Un ejemplo foráneo es Jeff Bezos, quien no realiza reuniones antes de las 10 de la mañana, para conservar el foco en lo que lo ha llevado a ser uno de los empresarios más exitosos del mundo.
Entre los ejemplos locales de esta eficiencia del tiempo están Julio Sánchez Cristo, quien realiza preguntas directas a sus periodistas (para contestar con un sí o un no, y avanzar), y Gonzalo Pérez, presidente del Grupo Sura, quien en 30 minutos de conversación responde preguntas esenciales. A ellos se suma Berta Gutiérrez, directora del periódico Vivir en El Poblado, quien identifica prioridades y aplica soluciones prácticas. Los cuatro tienen ese sentido común que a veces falta tanto en nuestras ciudades y pueblos.
Hace poco, Daniel Kahneman, psicólogo y autor del libro Pensar rápido y pensar despacio, publicó Ruido, junto a Olivier Sibony y Cass Sunstein. En él estudia los criterios que influyen a la hora de decidir, las características de las personas con coeficiente intelectual alto, y el papel de los sesgos y prejuicios al tomar decisiones con influencia en otros. En este texto explica un elemento fundamental para avanzar con éxito: la capacidad de alejar la dispersión (o ruido) en los procesos humanos. Y la necesidad de seguir la intuición solo después de evaluar con frialdad y sin sesgo las evidencias. Ya lo dijo el teórico Yuval Noah Harari: la riqueza, en estos tiempos, tiene que ver con la capacidad de alejar las distracciones e ir al punto: enseñanzas para Colombia.