Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace unos días, en una conversación, Marta Gutiérrez anunció que iba a recomendar un libro. Cuando eso pasó, mi atención se centró en lo que iba a decir. Y así fue porque cada vez que lo ha hecho es como si un halo de luz cayera de repente sobre las cosas o personas, con el fin de verlas mejor y entender o producir alguna transformación para bien. Esta mujer, psicóloga y exmaestra de psicólogos, tiene una virtud: la capacidad de entender problemas y resolverlos con rapidez. Así lo cuentan quienes la buscan.
El libro recomendado en esta oportunidad fue Tu lugar seguro, escrito por María Esclapez, psicóloga sanitaria con formación en psicología clínica y de la salud. El libro me llamó mucho la atención porque explica con sabiduría y claridad un tema del que he venido escuchando los últimos meses: los tipos de apego que tenemos las personas y que se forman cuando somos niños.
Seguro, ansioso o ambivalente, evitativo y desordenado son los nombres que reciben las formas que tenemos de relacionarnos con otros, que surgieron en aquellos días en los que nuestro cuidado dependía de los adultos más cercanos.
Estas formas de apego permiten entender por qué hay adultos que pueden estar ahí para nosotros en los momentos difíciles o por qué hay otros que quieren huir cuando hay mucha cercanía. Podemos ser la suma de varios apegos o cambiar de uno a otro después de un trauma, pérdida o experiencia.
A través de sus páginas, María Esclapez camina con el lector para explicarle por qué el pasado no es un lugar irreversible y qué podemos hacer para dejar la ansiedad, el deseo de control, la rabia sin razón o la impaciencia con otros. “Por el camino aprendí que un cambio en el tipo de apego es un cambio en el patrón de conducta construido por la mente, en su día, por fuerza mayor. El apego ansioso despliega todas sus herramientas para evitar sufrir si somos abandonados, el apego evasivo es para evitar el daño emocional y el apego desorganizado funciona para ambas cosas. Entendí que lo que hoy me hacía sufrir (como un patrón de conducta) me había salvado en el pasado”, dice Esclapez.
La posibilidad de transformación viene con lo que ella denomina el trabajo personal, que puede implicar ejercicio físico, meditación, cercanía a algunas personas, terapia, fuerza de voluntad, revisar ciertos valores o el lugar que nos damos.
En el libro, esta mujer también explica, por ejemplo, por qué algunas personas, mujeres en su mayoría, dejan sus necesidades emocionales para lo último, como parte de lo que denomina el síndrome de la niña buena, que también está relacionado con el temor a llevar la contraria y el impulso de ser complaciente.
Después de leer este libro queda claro que la verdadera revolución no está en una guerra nueva, un debate de nuestros políticos o ese paraíso que anuncian los candidatos en campaña. Si nuestros pueblos o ciudades son la suma de cada uno, el verdadero lugar seguro está en cada persona. Y para eso no servirá acabar con una EPS o reducir presupuestos en los programas de apoyo emocional o nutricional. Después de ver las noticias, escuchar o ver las historias cercanas, comprobamos que trabajar en sí mismo es la verdadera revolución, el lugar más seguro. Y eso no lo logramos solos.