No estaba entre mis planes hacer esta columna muy personal. Primero, porque siento una timidez fugaz que me lleva a no contar mucho de mí a las personas que no conozco bien. En esta oportunidad, hago una excepción debido a la guerra reciente que llegó por sorpresa.
La segunda vez que estuve en Israel llegué para quedarme varios años: había dejado mi casa en Medellín, para ir a estudiar religiones y la historia de este país y sus vecinos. Después de recibir algunas instrucciones en la oficina de admisiones de la Universidad Hebrea de Jerusalén, un estudiante japonés se ofreció a mostrarme el campus.
Luego de varios minutos de...
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