¿Cómo sabemos que algo es cierto? Para algunos, la verdad reposa en lo medible y evidente: en los datos, lo tangible. Otros dicen que es aquello que revela la mirada, como aparece en “El secreto de tus ojos”, aquella película de Juan José Campanella. Para otros, la verdad vive en el corazón de cada uno, en su forma de ver la vida; puede ser un asunto casi subjetivo. Desde tiempo atrás, la gente se pregunta dónde vive lo innegable. Para filósofos como Aristóteles, el conocimiento verdadero está dado por el conocimiento de las causas.
Según Spinoza, todo lo existente está impregnado de una sustancia única, necesaria, eterna e infinita y todo existe de acuerdo con ella. Esta naturaleza comprende toda la realidad y se expresa de formas diferentes: un gato, una piedra, el río.
Miles de años a través del tiempo no han sido suficientes para lograr una concepción única de aquello que es cierto. En un libro titulado Una historia de la verdad en Occidente: ciencia, arte, religión, y política en la conformación de la cosmología moderna, el profesor Mauricio Nieto Olarte expone la historia del conocimiento y explica la relación entre la filosofía, el arte, la religión y la política. La construcción de una verdad universal en Europa, contada y armada principalmente por hombres poderosos y pertenecientes a grupos sociales predominantes, se convirtió en una práctica que aún vemos en nuestros días.
A todas las definiciones se suma una local y espiritual de la verdad expresada por Fernando Malkum. Este hombre que vive actualmente en Cundinamarca ha dedicado los últimos 30 años de su vida a viajar, estudiar culturas variadas y a entender a través de miradas distintas, dónde está la verdad necesaria para encontrar armonía.
Durante más de 12 años ha realizado talleres en México, Chile, Colombia, Argentina, y España, y en ellos han participado personas que lo han escuchado decir que “a medida que se alcanza la comprensión, la mente se libera de limitaciones y prejuicios, creencias falsas y conductas autodestructivas que la esclavizan”.
Fernando Malkum también explica que “la cantidad y la intensidad de los conflictos que alguien tiene revela su nivel de ignorancia y falta de sabiduría. Si culpa a los demás por los errores que comete, es muy reactivo y mantiene sentimientos y pensamientos negativos, debe sufrir mucho”. Agrega que la sabiduría de una decisión se puede medir por los resultados que genera: por su armonía o conflicto.
Si miramos la historia de Colombia, en sus décadas recientes y lejanas, las páginas de los libros, las historias familiares, los relatos de pueblo y barrio, vemos que están marcados por el dolor o invisibilidad. Y por decisiones de gobernantes donde el sufrimiento colectivo es superior al bien de todos.
Encontrar la verdad a través de la reflexión de las historias, del análisis de los años y días, del amor que se refleja en escuchar a otros y entender su lugar en el mundo es tal vez una de las tareas y posibilidades principales que tiene Colombia para cambiar su historia de sufrimiento. Por eso la importancia de la Comisión de la Verdad. Por eso la importancia de elegir gobernantes que no busquen público para lo falso y cuyo indicador de gestión sea la armonía que crean en su camino. Como en Medellín.
