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Todavía recuerdo aquel tiempo: una médica cercana, los amigos del papá y un vecino me pidieron no hacerlo: me decían que no estudiara periodismo porque “eso no da plata y es mucho trabajo”. “Mejor estudia Negocios Internacionales”, dijo otra persona. El tiempo ha pasado y no se han equivocado mucho. A la lista de argumentos y episodios, yo sumaría otros: algunos oscuros y otros bastante luminosos, como este que voy a contarles.
Hace un tiempo recibí un mensaje de una mujer que trabaja con comunicaciones. El mensaje consistió en una invitación a apoyar a Florecer, una feria en la que se premian orquídeas y en la que los asistentes pueden ver las ganadoras y otros tipos de flores. Organizada por el Jardín Botánico de Medellín, Julián Posada y la Sociedad Colombiana de Orquideología, sucede durante la Feria local de las Flores y se convirtió en una oportunidad inesperada para que yo entrara a otro mundo: el de las orquídeas.
La entrevista inicial fue con Juan Carlos Sanín, el presidente de esa sociedad, y desde ese momento me llamó la atención esa mezcla de profesionalismo y fascinación con la que él hablaba de estas flores: seres delicados y que crecen en todo tipo de tamaños y a veces sobre otros árboles.
Después de terminado el evento, pedí permiso para asistir a una reunión mensual de esta sociedad en Medellín, y ahí aumentó mi interés y fascinación. En tantos años de periodismo, entrevistas y cubrimiento de eventos, dentro y fuera de Colombia, nunca había visto algo similar: un grupo de gente tan variada que llegó hasta aquí para aprender de flores y buscar formas de cuidar la naturaleza.
Desde décadas incipientes hasta otras más avanzadas de la vida, desde barrios o pueblos más lejanos, con tatuajes o sin ellos, con elegancia o más simpleza, hombres, mujeres, estudiantes, médicos o empresarios llegan hasta aquí, con sus flores cultivadas o sin ellas, para hablar de orquídeas.
Y lo sorpresivo también es que lo hacen desde el conocimiento y el profesionalismo: aquí el tema se toma en serio, se estudia y se comparte. ¿Por qué, en un mundo lleno de conflictos o políticos exacerbados no hay más lugares y grupos, como este, en el que las personas se sientan inspiradas a trabajar por una causa y sin que sean protagonistas las diferencias, los odios o los prejuicios?
Hay otra pregunta que tuve al salir de esta reunión: ¿qué es lo que mueve tanto a estas personas para estar en reuniones, viajar a eventos nacionales con sus flores y a hablar con otros sobre ellas, más allá de las diferencias personales, en un mundo que te invita a vivir de afán, a estar mirando un celular o a buscar conflictos cuando el día se siente apacible?
Creo que la causa se resume en una frase: el amor por la naturaleza y la belleza de estas flores que sorprenden. Colombia tiene la fortuna y el regalo de ser uno de los países más biodiversos del mundo: pájaros, orquídeas, mariposas y árboles existen aquí en todas sus variedades y abundancia, a pesar de la contaminación y el cambio climático.
Si, desde sus primeros años, cada persona tuviera la oportunidad de dedicar parte de su día cerca a aprender sobre la naturaleza, cuidarla y mirarla, aquí habría menos conflictos y se gastaría menos dinero en eventos, proyectos o situaciones que no llevan a ningún lado.
