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Sucedió al filo de la medianoche de un sábado; los rumores se cumplieron y a esta ciudad, Medellín, la abandonaron. Si nos vamos a un mundo más pequeño, es como si a una casa se le hubiera ido la mamá o el papá y adentro se hubieran quedado todos. Y de pronto, al otro día, esa persona aparece en otro lugar, con otros, como si fuera natural irse sin explicaciones, sin terminar lo empezado, sin cerrar un proceso.
En una escena más común, el abandono hubiera producido una tristeza típica, es decir, esa que da cuando se va alguien que querías y cambió tu vida para bien, se va y te deja una sensación de haberse llevado algo irremplazable. Aquí, esta salida produjo muchas sensaciones y reacciones: sorpresa, rabia y hasta celebración de parte de quienes contaban las horas para la salida de Daniel Quintero, exalcalde de Medellín.
Después de las reacciones iniciales, queda la realidad dejada por él: una ciudad donde el hambre pasó del 24 al 28 %, con un porcentaje mayor en las zonas nororiental (34%) y centroriental (38%), según cifras de Medellín Cómo Vamos, una alianza interinstitucional que ha reunido información valiosa y verificada sobre el estado de la ciudad.
Este dato se traduce de una forma sencilla: en muchas familias no hay dinero para tres comidas diarias. Esta cifra llega después de una reciente e igual de escabrosa: en esta ciudad descubrieron un cartel de la contratación mediante el cual se entregaron $120.000 millones a 22 empresas en ocho redes identificadas, según un equipo de 16 personas de la veeduría Todos Por Medellín que ha reunido evidencias desde 2020.
Esto explica el abandono que a simple vista ve la gente en la ciudad: jardines descuidados, basuras, huecos en las vías y más personas que viven en la calle y buscan comida dentro de las canecas. ¿A qué hora nos acostumbramos a esto?
Como herencia, Daniel Quintero deja una ciudad donde se quebraron diálogos creados durante décadas (como empresa-Estado-universidad), se instalaron el insulto y la mentira como práctica natural y se perdió el respeto de los funcionarios hacia las tareas de veeduría, las leyes y la justicia. Muchos de los lugares que él tocó sufrieron fracturas que tomará tiempo reparar. Mientras todo eso pasa, el presidente Gustavo Petro guarda silencio y muchos medios de comunicación en Bogotá entrevistan al exalcalde Quintero e ignoran un principio periodístico: no dar voz a quien dice mentiras de forma sistemática si no se tiene la posibilidad de contrarrestar con evidencias.
Después de todo lo sucedido en los días anteriores, se siente un aire de soledad y uno quisiera que el presidente Gustavo Petro y sus funcionarios dijeran algo, que respalden a esta ciudad y las investigaciones necesarias, que cuiden los recursos, que la Procuraduría haga su trabajo. Mientras eso pasa y si es que pasa, salen más resultados de investigaciones.
¿Qué nos queda por ahora? La buena voluntad de tantas personas, las veedurías, los voluntarios, las organizaciones de la sociedad civil, las fundaciones, las personas que cuidan a los valientes y la gente que demuestra el amor y sus valores políticos a través de los hechos.
