Dedicada a Ángel y a todos los animales callejeros de Colombia.
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El pasado 12 de octubre, Vivian Nieto recibió una de las noticias más difíciles de su vida: una mujer la llamó para hablarle de un perrito que estaba herido en la vereda Resguardo, en Saboyá, Boyacá. Sin conocimiento pleno de la situación, le sugirió llevarlo a la Clínica Santa Cecilia. Mientras Vivian viajaba a otro lugar, recibió una llamada nueva: era el veterinario que vio al animal. Llamó para contarle que estaba despellejado, con anemia e infección.
Después de recibir una foto, Vivian perdió la tranquilidad: era el cuarto día después del ataque. En la soledad de la calle, el perrito había luchado por su vida. Había sido atacado por un hombre que ya fue citado a la Fiscalía y actualmente es dueño de varios perros. El mismo que según la comunidad, les da sustancias alucinógenas cuando él las consume. Vivian cuenta que ella y un grupo de personas pasaron las dos primeras semanas sin dormir: no sabían si Ángel, el perrito, iba a despertar con vida. Si iba a sobrevivir los tratamientos y las cirugías para cerrar su piel o devolver movilidad a su pata, rota por el agresor que le quebró los músculos.
En medio de un proceso con medicamentos y vendas, Vivian cuenta que ella y un grupo de personas trabajan ahora para conseguir recursos que les permitan pagar la cuenta en el hospital veterinario; una cuenta que aumenta todos los días porque antes de salir a un hogar, Ángel deberá permanecer un par de meses más; así fue el grado de agresividad y de los golpes.
Este perrito es uno de los 180 animales que la Asociación de Protección Animal Mi Mejor Amigo cuida en Chiquinquirá, Boyacá. Vivian agradece a todas las personas que han ayudado desde distintos lugares de Colombia y trabajará para reunir el dinero faltante.
Mientras eso pasaba en Boyacá, en el municipio antioqueño de Don Matías un carro atropelló a un perrito que fue dejado a su suerte. Fue rescatado cinco horas después por Leidy, una vendedora de frutas. Aunque el animal ya encontró una familia y recibió algunas donaciones para pagar los gastos veterinarios y su alimentación, esta realidad ocurre en distintas regiones del país todos los días: animales maltratados y heridos dejados a su suerte; fundaciones que luchan para conseguir alimentos o atender a los animales que otros dejan tirados en sus puertas.
Después de escuchar estas historias, uno se pregunta: ¿qué hacen nuestras autoridades para cuidar a los cientos de animales callejeros que deambulan por los pueblos de Colombia? ¿Qué políticas públicas se requieren para proteger a los más indefensos? ¿Qué pasa con la salud mental de muchos colombianos que atacan y maltratan? ¿Cuáles son las empresas que apoyan a los animales y destinan recursos para cuidarlos como parte de su responsabilidad social? ¿Qué hace la Fiscalía para evitar que personas como el agresor de Ángel sigan sin el poder de maltratar? ¿Quiénes son los candidatos que tienen entre sus planes ayudar a los animales abandonados? “La crueldad depende de la comprensión y de la capacidad de optar por ella. O de la decisión de ignorarla”, dice Jonathan Safran.
La gente buena de Saboyá y Leidy, en Don Matías, Antioquia, han decidido no ignorar. Aunque eso implique dejar su comodidad por un rato.