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Desde este miércoles al atardecer y hasta el jueves en ese momento del día, los judíos de todo el mundo conmemoran el que muchos de ellos consideran el día más importante de su calendario: Iom Kipur o Día del Perdón. En esa fecha, muchos ayunan completamente y harán una pausa de las actividades cotidianas para dedicarse a una en particular: admitir los errores, pedir perdón a otros y pensar cómo se quiere vivir. En Israel, el espacio aéreo y los negocios suspenden labores. El perdón de ese día se pide de forma individual a otros. Por las promesas incumplidas. Y también como comunidad.
Este día también sirve para pensar en otras oportunidades: las que tenemos para cambiar el curso de los días. Después de perder a su hijo en la guerra, el escritor David Grossman dijo hace un par de años en una entrevista a la revista Arcadia: “Para ser un buen ser humano hay que superar la tentación de reaccionar y más bien mirar los beneficios que trae liberarse de ese resentimiento”.
El tema del perdón ha sido tratado a través de la historia en lugares que han tenido heridas profundas en su sociedad. Un ejemplo de ellos es Alemania, un país que hasta 1989 (año en que cayó el Muro de Berlín y ocurrió la unificación del país) no pudo elaborar su memoria, realizar su duelo colectivo y reconciliarse totalmente con el pasado. En un artículo titulado “Verdad histórica y perdón: el caso alemán, 1945-2009”, Mario Matus, licenciado y académico de la Universidad de Chile, dice que “si de algo sirve conocer la evolución del trauma colectivo alemán es para valorar la responsabilidad que asumió el Estado chileno —una vez recuperada la democracia— en restituir las condiciones básicas de la convivencia a través de la construcción de una verdad histórica oficial”. Según este autor, la estrategia de priorizar el establecimiento de esa verdad histórica y postergar juicios apresurados ha permitido la convivencia en Chile, Sudáfrica, Bosnia o Ruanda. No hay justicia sin saber realmente qué ocurrió, dice Matus. Y agrega que a partir de ahí es posible enfocar el trabajo en una educación en derechos y en deberes. Para que los sucesos no vuelvan a repetirse. En el caso de Colombia, esto confirma la importancia de tareas como la adelantada por la Comisión de la Verdad.
El perdón hacia otros y hacia nosotros mismos va más allá de las políticas de Estado en países convulsionados como Colombia. El 21 de septiembre del 2019, Jonathan Sacks, rabino, escritor y profesor, dijo que vivimos en una “era implacable” en que las redes sociales se convierten en tribunal para juzgar, tomar partido o “cancelar personas” sin que haya investigaciones. Un principio enseñado en las facultades de Periodismo, que invita a escuchar todas las versiones posibles para llegar a la versión más cercana a la verdad, queda por fuera de muchos debates digitales. Y en algunas oportunidades, cuando las personas implicadas aparecen para explicar y dar pruebas, ya es tarde: el público se movió hacia otro tema. A lo anterior se suma la incapacidad de varios de nuestros gobernantes para reconocer un error y pedir perdón. Hasta que eso ocurra no habrá confianza ni trabajo conjunto, solo autoridad. O, a veces, ni siquiera eso.
