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Ya

Adriana Cooper

09 de junio de 2021 - 10:30 p. m.

¿Qué es el tiempo? Desde épocas ancestrales, las personas han intentado entender en qué consiste esa medida de las situaciones. Aunque la invención del primer reloj mecánico se le atribuye a Christiaan Huygens en 1656, desde antes las personas han intentado medir ese recurso que fija la mayor parte de las vidas en un pasado, presente o futuro. En la Biblia, uno de los relatos más antiguos y conocidos, el tiempo es una medida simbólica: hay números que se anuncian para transmitir otros mensajes. Por ejemplo, el número 40 significa prueba o madurez, como los años transcurridos en el desierto. Para religiones como el judaísmo, el islam o el catolicismo, el tiempo es un asunto lineal: corre a partir de un suceso.

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Para muchos pueblos indígenas, el transcurrir de la vida se ha entendido al sentir el viento, la lluvia, mirar el sol o las estrellas. Algunos integrantes de ciertas tribus dibujan rayas o figuras sobre su piel que, al verlas bajo la luz, les permiten entender las horas transcurridas. Para el budismo, el tiempo es un suceso impermanente asociado al cambio, la conciencia y las circunstancias. Einstein explicó su teoría de la relatividad de una forma sencilla y conocida: “Cuando estás sentado sobre unas brasas de carbón al rojo, un minuto parece una eternidad. Cuando estás con tu novia o una mujer que te gusta, una hora parece un segundo”. En el espacio, más allá de las estrellas, los años parecen infinitos.

Cuando el coronavirus se vaya, probablemente habrá un elemento que se quede con nosotros: una nueva noción del tiempo. Después de estar conectados tantos meses a dispositivos electrónicos, en regiones (como Latinoamérica) donde la visión a largo plazo parece difusa, no hay planeaciones rigurosas y existe el gusto por el resultado inmediato o prevalece el concepto antiguo de productividad (hacer más en menos horas), se impone la palabra ya. Informes, respuestas o trabajos que deben ser hechos con rapidez son la nueva realidad.

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La frontera fina entre lo urgente y lo importante desapareció para dar paso a todo aquello que debe hacerse con diligencia y mostrar un resultado tangible. Esto se ve reforzado por aplicaciones digitales o espacios como los chats que ofrecen la posibilidad de medir una respuesta, controlar las acciones ajenas y pueden fomentar la ansiedad entre aquellos con dificultades para esperar. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud difundidas a finales del 2020 y a propósito de la pandemia, el 93 % de los países han visto afectada la salud mental de sus habitantes; la ansiedad es uno de los problemas más reportados.

Después de estar tan conectados a computadores y celulares, muchos asumen que las personas actuamos de la misma forma: con un clic, con un estímulo, con reacciones inmediatas.

Una relación de pareja significativa y duradera, la carrera de un deportista, escribir una buena novela, el legado de un gobernante, una empresa que mejora el mundo y hace la diferencia, educar a una hija o un hijo con inteligencia y humanidad, construir un patrimonio económico sólido y digno, o ganar la confianza de alguien son acciones que van más allá de la tiranía actual del tiempo en nuestros mundos y que solo ocurren cuando logramos borrar esa palabra: ya.

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