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Don Guillermo Cano para “dummies”

Adriana Villegas Botero

12 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.
"No le escribo a don Guillermo, a quien no pude conocer, pero sí a los jóvenes que llegan a las universidades y a las salas de redacción con la ilusión de convertirse en periodistas": Adriana Villegas Botero.

El Espectador invita a enviarle cartas a don Guillermo Cano por el centenario de su nacimiento y me causa extrañeza eso de escribirle a los muertos. Cuando leo en redes sociales “abuelito, fuiste luz en mi camino” y frases similares, entiendo la catarsis, el duelo y la fe religiosa en el más allá, pero me pregunto si esas frases las alcanzaron a expresar cuando la persona vivía en el más acá, o si es el silencio el que motiva un mensaje que el fallecido ya no puede leer.

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Porque el caso de don Guillermo Cano es ese: hoy cumpliría 100 años, pero no los cumple porque lo mataron cuando tenía 61. Cuando yo tenía 18 los de 61 me parecían ancianos, y más si eran canosos como don Guillermo, pero ahora que tengo canas y me acerco no tan lento a esa edad comprendo que a los 61 queda mucha vida, y más si hay salud, proyectos, hijos y nietos, como los tenía él. Eso fue lo que los dos sicarios pagados por el Cartel de Medellín le quitaron a su familia, al periodismo y a Colombia la noche del 17 de diciembre de 1986, a la hora en la que muchos empezaban a rezar la novena de Navidad.

No alcancé a conocer a “don Guille”, que era como lo llamaban en la redacción cuando entré a trabajar ahí nueve años después del crimen, y su imagen era una presencia de la que todos hablaban: “Fumaba como una chimenea”, “hincha enfermo del Santa Fe”, “jugaba fútbol con nosotros”, “leía hasta la última coma del periódico”, “encerraba los errores con un lápiz rojo y pegaba las páginas del periódico a la vista de todos”, “tranquilo, sereno, imperturbable”. Eso oí como practicante en una sala de redacción que dirigían sus hijos Juan Guillermo y Fernando Cano, y en la que varios sobrinos y familiares ejercían como editores, con el doble compromiso, periodístico y familiar, de preservar su legado de ética, dignidad y carácter.

“Guillermo Cano no sólo escribía el editorial. Él mismo escogía las fotos y caricaturas, organizaba y titulaba la primera página, leía todas las columnas, orientaba a los reporteros y muchas veces titulaba las secciones del periódico”, escribió el periodista Ignacio Gómez en el libro 1986-2006: Apuntes a dos décadas de periodismo bajo presión.

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Era un reportero con gran olfato, como lo contó Gabriel García Márquez en Vivir para contarla: “Mi primera lección grande de reportero la recibí de Guillermo Cano y la vivió la redacción en pleno una tarde en que cayó sobre Bogotá un aguacero que la mantuvo en estado de diluvio universal durante tres horas sin tregua (…) De pronto, Guillermo Cano pareció despertar de un sueño sin fondo, se volvió hacia la redacción paralizada y gritó: –¡Este aguacero es noticia!”.

En 1982, El Espectador denunció corrupción en el Grupo Grancolombiano y este retiró la pauta para asfixiarlo económicamente. Don Guillermo escribió que el periódico no se vendía por un puñado de billetes. Luego, El Espectador reveló los líos judiciales del narco-congresista Pablo Escobar, quien desató una persecución que cobró la vida de varios reporteros y empleados, así como el exilio de otros.

Fabio Castillo, uno de los reporteros de aquella época, recordó hace poco una frase de Antonio Caballero, que resume el talante que don Guillermo le imprimió al periódico: “Si uno quiere vender huevos va a El Tiempo, si uno quiere hablar de huevos podridos va a El Espectador”.

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No le escribo a don Guillermo, a quien no pude conocer, pero sí a los jóvenes que llegan a las universidades y a las salas de redacción con la ilusión de convertirse en periodistas. En un mundo plagado de influencers y luminarias, conviene seleccionar con lupa a los referentes: don Guillermo Cano Isaza es una gran opción.

Por Adriana Villegas Botero

Periodista, abogada y doctora en literatura. Autora de los libros ‘El oído miope’, ‘El lugar de todos los muertos’ y ‘Sakas’. Profesora en la Universidad de Manizales. Ha recibido tres veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
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