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Hace tres meses el tema de conversación fue Adolescencia, la serie británica sobre un chico de 13 años acusado de matar a una compañera. ¿Qué lleva a un joven a esa situación? ¿Cómo es su familia? ¿Su escuela? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Cómo interactúa en redes sociales? ¿Qué hacer para prevenir la violencia juvenil?
Las respuestas distan entre una familia de clase media del Reino Unido, con nevera llena, casa cómoda y papás presentes, como la de Netflix, y los entornos en los que surgen los adolescentes sicarios, una figura conocida en Colombia.
En la época del terror que generó Pablo Escobar, Alonso Salazar publicó en 1993 No nacimos pa’ semilla: “Analizamos lo que hay que hacer, cuánto billete van a dar y qué tan complicada es la cosa. De acuerdo con eso, armamos la selección. Conseguimos unos pelados que hagan el trabajo y les pagamos. Si el camello es grande y comprometedor, nosotros nos metemos. Pero generalmente ponemos al frente guerreros de por aquí. Eso es fácil, se consiguen pelados pa’ lo que sea”.
Víctor Gaviria ya había publicado en 1991 El pelaíto que no duró nada, un libro sobre un muchacho de 16 años reclutado por bandidos, parecido a los jóvenes de “Rodrigo D no futuro”, su icónica película de 1990, que está disponible en RTVC Play. Los títulos lo dicen todo: pelaítos que no duran, que no nacen pa’ semilla, sin futuro.
El año pasado, Un periódico de ayer produjo El último comandante, un podcast de cinco episodios sobre el crimen de Carlos Pizarro Leongómez. El cuarto capítulo lo dedican a Gerardo Gutiérrez Uribe, “Yerry”, quien tenía 21 años cuando le disparó a Pizarro en un avión y murió ahí mismo. El podcast muestra la doble tragedia: la de la familia de Pizarro, y el duelo vergonzante y clandestino de los deudos de “Yerry”.
Este 7 de junio fue herido en la cabeza el senador del Centro Democrático y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, en un acto atroz y repudiable: una tragedia que no debería ocurrirle a ninguna familia. Impacta verlo hablando, haciendo política en un parque de barrio, cuando de pronto un chico de 15 alza una pistola, apunta y dispara a corta distancia. ¿Qué lleva a un joven a esa situación? ¿Cómo es su familia? ¿Su escuela? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Cómo interactúa en redes sociales? ¿Qué hacer para prevenir la violencia juvenil?
El Código de Infancia y Adolescencia prohíbe que los medios divulguen datos que identifiquen a niños, niñas y adolescentes víctimas, autores o testigos de hechos delictivos. Escribí en Twitter (X) que los medios debían pixelar el rostro del joven que disparó y obtuve más de mil respuestas: “se lo vamos a pixelar a patadas, a bala, con un destornillador, a martillo…”.
En medio de su angustia, Miguel Uribe Londoño, el papá de Miguel Uribe Turbay, publicó un mensaje en el que agradeció la solidaridad y agregó: “Miguel, con su lucha, nos está demostrando que lo más importante en este país es la seguridad, porque sin seguridad, no hay nada”. Me dejó pensando. ¿Cómo se construye la seguridad? La derecha argumenta que con fuerza pública y el candidato Miguel Uribe, el senador más votado del país en la última elección, cree que conviene permitir el porte de armas entre la ciudadanía. Otros creemos que la seguridad requiere menos armas y más educación, salud, trabajo, servicios públicos e ingresos dignos. Si los jóvenes no ven futuro ni son semilla no habrá seguridad.
Espero que Miguel Uribe Turbay recupere su salud y que pueda seguir argumentando y haciendo oposición política libre y con garantías: sin eso no hay democracia.

Por Adriana Villegas Botero
