Hace poco fue portada en El Espectador la gran Vicky Hernández por una larga entrevista después de recuperarse de una cirugía y de protagonizar Del otro lado del jardín junto a Julián Román. La película, disponible en Max, debate sobre la eutanasia, a partir del caso real de Carlos Framb y su mamá.
La semana pasada disfruté en Cinépolis Estimados señores, una película de Patricia Castañeda que les recomiendo a los estimados lectores. Recrea la lucha de hace 70 años por el voto femenino, un derecho que, contrario a lo que algunos piensan, no fue una dádiva de Rojas Pinilla sino una conquista de Esmeralda Arboleda, Josefina Valencia, Bertha Hernández de Ospina Pérez y otras que dos décadas antes impulsaron que se radicara una iniciativa similar en la Cámara de Representantes en 1933. Las escenas con Ana Cristina González, la directora de Causa Justa con su pañuelo verde, son un puente lúcido entre los retos del pasado y del presente.
Medios y redes debaten sobre la serie de Netflix Cien años de soledad, dirigida por Alex García López y Laura Mora, quien en 2022 ganó la Concha de Oro en San Sebastián con Los reyes del mundo. Sobre este Macondo en pantalla la Revista Cambio informa que la plataforma Rotten Tomatoes la calificó con puntaje perfecto, mientras que el crítico español Sergio del Molino escribe en El País que es “una serie horrorosa, un interminable anuncio de café”.
Puedo seguir mencionando películas y series colombianas estrenadas tan solo en los últimos dos meses para evidenciar esta abundancia: el documental Los niños perdidos, que testimonia la búsqueda de los cuatro niños que sobrevivieron 40 días a un accidente aéreo en la selva amazónica, o el debut de Juanes en Pimpinero, la película de Andres Baiz.
En 2005 se estrenaron ocho películas colombianas y en 2023 fueron 72 largometrajes. Actores, directores, productores y en general la gente que hace cine coincide en el diagnóstico: la industria audiovisual cambió a partir de la Ley 814 de 2003, o “Ley del cine”, que estableció que un porcentaje de la boleta que pagamos por ir a cine va al Fondo para el Desarrollo Cinematográfico que, mediante convocatorias, distribuye recursos para hacer películas.
En el Fondo participan representantes de toda la cadena del cine y eso ha garantizado su independencia. Aunque administra recursos públicos, las películas que financia no son propaganda estatal. Son películas independientes y diversas: hay buenas, regulares y pésimas, pero lo importante es que sí hay.
Ante la crisis de los medios de comunicación por el cambio en el negocio publicitario, que se resume en que la plata de la pauta migró de los medios hacia Google, Meta, Twitter y otros gigantes de Internet, algunas voces vienen promoviendo la idea de crear un fondo similar al del cine para estimular al periodismo. Me parece un debate urgente: la lista de titulares sobre despidos de reporteros, cierres de redacciones, precarización salarial, fake news, clickbait y desinformación es mucho más extensa que la de estrenos de películas colombianas. Necesitamos una ley de película para salir de este suspenso permanente.
Por Adriana Villegas Botero
