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Sudando Petróleo

Alberto Carrasquilla

19 de noviembre de 2014 - 07:03 p. m.

El bajonazo en el precio del crudo (WTI), de US$105 a US$77 por barril, ocurrido entre finales de Julio y comienzos de Noviembre, plantea al menos tres reflexiones pertinentes en Colombia.

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En primer lugar, es importante tener claro que el mercado ha cambiado de manera sustancial en los últimos años. Por el lado de la oferta esto es consecuencia, fundamentalmente, del cambio tecnológico y es importante recordar que este tipo de alteraciones usualmente llegan para asentarse y son difícilmente reversibles. Lo más importante en este frente se observa en Estados Unidos. Entre 2011 y 2013, la producción observada de crudo en dicho país sube en algo menos de 2 millones de barriles diarios y  según proyecciones de la oficina de información energética (EIA) la oferta subiría otros 2 millones entre 2014 y 2015, para totalizar 9,5MBD. Puesto en otros términos, entre 2010 y 2015 la demanda por crudo importado bajaría, en estas estimaciones, de 9,2 a 6 millones de barriles diarios. Aunque es cierto que la nuevas tecnología son más costosas de usar, lo cierto es que muchos proyectos siguen siendo rentables a US$70 por barril y que dichos costos probablemente seguirán bajando. Por el lado de la demanda, lo más importante es la desaceleración en el ritmo de actividad económica observado en varias partes del mundo: se estima que entre 2014 y 2015 la demanda mundial de combustibles líquidos subirá a un ritmo de 1 millón de barriles diarios, cuando antes de la crisis de 2008, por ejemplo entre 2002 y 2007, dicho ritmo fue superior a 1,5MBD. La combinación de una desaceleración de la demanda y un sustancial choque de oferta, llevó a la EIA a proyectar precios del petróleo (WTI) de US$77,75 por barril para 2015, cifra significativamente más baja que la observada en los años precedentes. La primera reflexión relevante para Colombia es que resulta razonable suponer que los precios del crudo que exportamos serán mucho más bajos en el futuro cercano respecto de lo que ha sido el caso en estos últimos años.

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En segundo término, lo cierto es que el escenario macroeconómico de mediano plazo recientemente revelado por el Gobierno está construido sobre la base de un precio del crudo sustancialmente más alto del que hoy en día proyectan entidades conocedoras tales como la misma EIA. Efectivamente, en el MFMP 2014 se estiman los escenarios fiscales y macroeconómicos suponiendo un precio de US$97 por barril en 2015, US$30 más alto de lo que proyecta la EIA y ello implica que habría una diferencia sustancial en cuanto a lo que cabe esperar fiscal y macroeconómicamente. Según el gobierno, por ejemplo, cada dólar de diferencia entre el precio observado y los US$97 que proyectó implica un efecto fiscal adverso de $420 mil millones en 2015. Si la EIA tiene razón y el precio es US$77 en 2015, tendríamos un lío fiscal de $12,6 billones, más o menos 1,5% del PIB, parte de lo cual es un menor flujo de caja para las arcas del Gobierno Nacional, otra parte es menos ingresos de capital y otra parte es menos regalías. La balanza de pagos también sufriría un impacto notable ya que se espera exportar unos 250-300 millones de barriles en 2015, y la baja de precio tendría un efecto simplemente aritmético superior a los US$5 mil millones en la balanza de pagos, el cual es necesario analizar en términos de los ajustes que implicaría. La segunda reflexión relevante para Colombia es que el nuevo escenario de precios requiere ajustar de manera sustancial y muy preocupante el planteamiento fiscal y macroeconómico que se dió a conocer en junio último.

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En tercer término, es necesario iniciar una reflexión de mediano plazo en lo atinente a la muy cuestionable tendencia a considerar al sector petrolero como una especie de gallina de los huevos de oro tras las exitosas reformas emprendidas sobre todo a partir de 2003. Lo cierto es que al amparo de una dinámica muy favorable en materia exploratoria y en producción, Colombia resolvió emprender una andanada anti petrolera que incluye una tributación que, sumadas todas sus formas de expresión, es prácticamente confiscatoria, pasa por una desprotección y una incertidumbre pasmosas en materia legal, normativa y regulatoria, y termina en el deterioro marcado en la seguridad física que cobija a la actividad energética en general.  La tercera reflexión relevante para Colombia es que el nuevo escenario de precios hace aún mas urgente revisar a fondo la tendencia preocupante que tiene la relación entre la sociedad en general y el Estado en particular, de una parte, y el sector minero energético colombiano, de la otra.  

@CarrasqAl

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