El Senado argentino aprobó el aborto legal, gratuito y seguro, con 38 votos afirmativos, 29 negativos y una abstención. Interesante el que algunas congresistas que en 2018 habían votado en contra, esta vez dieron su voto a favor, convencidas de que la penalización de la interrupción voluntaria del embarazo no disminuye los abortos y en cambio pone en riesgo la vida de muchas mujeres.
Sin duda, para la trascendental legislación fue determinante la multitudinaria presión feminista, cuyas campañas “Ni una más” contra los abusos sexuales y el maltrato a niñas y mujeres, y “Marea Verde” contra la penalización y discriminación del aborto, cumplen ejemplar pedagogía social y se posicionan en la agenda programática de diversos sectores políticos, de hecho fue el propio presidente Alberto Fernández quien presentó al Senado el proyecto de legalización del aborto.
Sin embrago, como se infiere por la votación, aún persiste mucha oposición, tanto en Argentina como en el mundo; radicales grupos políticos y sobre todo religiosos que desde una estratégica moralidad, en presunta defensa del derecho a la vida de los embriones humanos, son intransigentes aún ante los reveladores informes de Amnistía internacional y la OMS que presento a continuación:
- El 25% de los embarazos acaban en abortos, es decir que se interrumpen embarazos con independencia de lo que le dicte la ley. Penalizar el aborto no lo impide, sólo hace que sea menos seguro.
- La OMS calcula que en el mundo, al año, se hacen 22 millones de abortos inseguros.
- Actualmente, 52 países han modificado su legislación para permitir mayor acceso al aborto sin riesgo, para proteger la vida y la salud de las mujeres. Todavía muchos Estados mantienen leyes draconianas y discriminatorias, en América los más implacables son El Salvador, Nicaragua y algunas ciudades de EEUU.
- Cuando lo practica un proveedor de servicios de salud capacitado y con las debidas condiciones de salubridad, el aborto es uno de los procedimientos médicos que menos riesgos entraña, menos aún que el parto.
- Penalizar el aborto impide a los médicos prestar la mejor atención, conforme a sus responsabilidades éticas, por ello, aunque las lesiones por malas prácticas de abortos clandestinos, se pueden superar si son atendidas a tiempo, la mujeres de regiones pobres y marginadas sufren lesiones irreversibles e infecciones mortales.
Los que se oponen a la práctica legal del aborto: partidos de ultraderecha, sectas conservadoras, iglesias ortodoxas, grupos religiosos fundamentalistas, cuyos argumentos son impugnaciones: “que es un homicidio, violación del derecho a la vida, pecado mortal, acción demoníaca, brujería malévola, satanismo, asesinato consentido de un ser indefenso. Obviamente, dichos opositores saben que por sus alegatos no se suspende ni disminuye la práctica de abortos, pero si aprovechan los réditos políticos de prohibir, de criminalizar, de satanizar, toda vez que se posicionan como defensores de la moralidad, redentores o exorcistas.
Vale decir que también se aponen a la legalización del aborto magistrados, juristas, profesionales de la salud, que, con postura ética genuina, advierten que el aborto legal sin una regulación estricta traerá delitos conexos.
Pero, justamente, los países con legislación a favor de la interrupción de embarazos si riesgo, acompañan la medida con pedagogía masiva en prácticas sexuales sanas, en el uso consciente de anticonceptivos y en especialmente la dotación y adecuación de servicios de salud de calidad para las que requieran interrumpir su embarazo.
El aborto es una medida extrema, así mismo, se hace inminente por motivos extremos: violaciones, preñez de menores abusadas, peligro de muerte de la madre; el juicio ético se da cuando, por decisión no por obligación, el embarazo no es deseado, en tales casos es justo respetar la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo y sobre su vida, mas cuando alguien distinto a la embarazada presiona el aborto, la justicia debe
prestarse a favor de la mujer que en tal caso es víctima. Esto me recuerda el poema Farewell de Pablo Neruda, que siempre me pareció una oda a la paternidad irresponsable y sin embargo, en los 70, varias amigas lo apreciaban.
Ciertamente, la interrupción voluntaria de un embarazo, con las implicaciones éticas, culturales y hasta ecológicas, motiva criterios polémicos, no obstante se ha practicado en todos los tiempos. Pero, será más justo, más seguro y más digno si es legislado y normatizado como responsabilidad de los sistemas de salud.