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El adjetivo histórico alude a sucesos que, por su importancia o significado, quedarán en la memoria colectiva y merecen ser referidos por la historia; con esta carga semántica suele usarse, indistintamente, para destacar obras de gobierno, acontecimientos científicos, militares, deportivos, culturales, sociales, etc., en todo caso con propósitos publicitarios y políticos. Aunque en realidad los sucesos verdaderamente históricos terminan siendo los que trascienden lo momentáneo, verbigracia: el Bogotazo, la construcción del canal de Panamá, la manipulación de la energía atómica, la caída del muro de Berlín, el desarrollo de la internet, los acuerdos de paz y la desmovilización de las Farc, la pandemia de coronavirus, entre otros tantos hechos generadores de cambios en la consciencia y en la existencia.
Este año, el 11 de febrero, congresistas y representantes de partidos políticos alternativos y de oposición al gobierno del presidente Iván Duque concertaron coalicionarse en torno a una novedosa estrategia electoral, según la cual, se garantizaría el triunfo del candidato a la presidencia que resulte elegido de una consulta interna, pero también, y con especial énfasis, se aspira a lograr una gran votación por sus congresistas para asegurar mayoritariamente curules en Senado y Cámara, pues solo así se ejecutará la gobernabilidad del cambio.
A esta iniciativa el senador Gustavo Petro le llamó “El Pacto Histórico”, con el optimismo, compartido por muchos, que esta vez el diseño de la convocatoria demuestrará tal transparencia en el modo y en el fin, para anular los intereses ventajosos y ególatras por los que fracasaron anteriores intentos de unidad, y, las lideresas y líderes de este y estotro movimiento asuman el “Pacto” como una exhortación a participar en la construcción de las estrategias y los programas para los cambios estructurales que requiere el país, de lo contrario lo “histórico” del Pacto será otro rótulo rimbombante de campaña.
Ciertamente el equipo fundador acordó una convocatoria pluralista, conscientes de que la principal competencia electoral será la plutocracia tradicional, particularmente el Centro Democrático, partido en el gobierno, que ya cooptó para si y para los aliados del uribismo la burocracia institucional y tendrá el apoyo del poder financiero y empresarial, con esto es perentorio acoger y persuadir liderazgos de todo el país, con enfoque de género, étnico, de inclusión territorial. Esa actitud en si misma ya es un aporte histórico al desarrollo de la cultura democrática.
También lo es la participación entusiasta de mujeres, lideresas en causas varias y de otras con reconocimiento popular por lo que representan o han construido en sus respectivas profesiones. Es un lujo y una garantía de cambio el que ya estén en listas del Pacto Histórico: Aida Avella, María José Pizarro, Francia Márquez, Isabel Cristina Zuleta, Martha Peralta Epieyú, Luz Marina Bernal, tal vez Margarita Rosa de Francisco, Gloria Flores, Juana Afanador, y otras de tremenda tarea social que ahora mismo se me pasan. Me hace falta la presencia en el Pacto de Ángela María Robledo, se luciría Petro si se ocupara en persuadirla, no solo porque ella sabe tejer puentes de encuentro con sectores políticos útiles al cambio sino por la pertinencia ética de su feminismo propositivo y renovador.
Respeto al modo en que emprenden los candidatos el ejercicio democrático, es plausible la alegría y el tono pedagógico de las giras nacionales que les vi a Gustavo Petro y a María José Pizarro en Cali y en Medellín, es sano y transformador acercarse al electorado con propuestas para el progreso, para la paz, mejor que atizando la tan manida confrontación con los contendientes.
Sobre el proceso de construcción del proyecto de país, del programa de gobierno, nada nuevo tendrán los aburridos cotejos de las consultas, pues se supone que quienes se integran al pacto coinciden en “Fundamental” así que el debate termina siendo un pulso de carismas y oratorias. Los electores quisiéramos saber en concreto cuál fue la propuesta que quedó en el programa de gobierno, por ejemplo, de Francia Márquez, de Carlos Caicedo, de Aída Avella, de Roy Barrera… sin duda, el que se reconozca públicamente el saber y el compromiso de las lideresas y los líderes de los diferentes partidos y/o movimientos políticos es un verdadero tejido de unida, eso es más coherente con el carácter pluralista del pacto.
El consenso es el ideal democrático al que se aspira en una coalición auténtica y transparente. Buen viento y buena mar para este experimento de Pacto político, que si logra consumar las bondades de su propósito transformador en un gobierno de cambios para el bienestar general, entonces será verdaderamente histórico.
