Mascotas expiatorias

Alberto López de Mesa
06 de agosto de 2021 - 03:22 a. m.

El domingo me invitó a desayunar mi amiga Genoveva Fadul, barranquillera hermosa, homosexual frentera y ambientalista de las de verdad. Como la mañana estaba espléndida, la anfitriona decidió atenderme al aire libre, sacó las viandas en un canasto y nos hicimos en un paraje del Park Way frente a su apartamento. Extendió en el prado un mantel sobre el que dispuso con elegante primor el termo con café cerrero, un frasco con jugo de naranja, un plato con torrejas de papaya y uchuvas, y desplegó una servilleta de tela para brindarme ufana, bollos limpios de su tierra y unas arepuelas morenas que presentó como hamburguesitas de lentejas.

- Desayuno sin leche ni queso – declaró -, no soy vegetariana pero estoy en huelga contra todo derivado del ganado vacuno.

-¿Y esa vaina?- inquirí echando mano a un envuelto en hojas de mazorca y a una hamburguesita que unté con la salsa color mostaza que ella me pasó en una coquita de porcelana, mientras se explayaba en una diatriba furiosa contra la codicia depredadora desatada por la cultura carnívora; deploraba en serio la tala de miles de hectáreas de selvas, la destrucción de ecosistemas biodiversos para imponer pastizales para la ganadería intensiva, describía la cría de bovinos como una plaga apocalíptica.

Yo la escuchaba sin ponerle muchas bolas porque estaba extasiado en el picnic bohemio que me hacía sentir como en una pintura del impresionismo francés: Almuerzo en la hierba de Monet.

Era un instante placentero tan necesario para el alma en estos tiempos, gozar de la lucidez de Genoveva, de un desayuno al aire libre en la mitad del Distrito Capital, todo perfecto hasta que llegaron vecinos y vecinas con sus mascotas, perros de toda raza meando y defecando alrededor nuestro. Normalmente no soy asquiento pero ver tanto animal haciendo del cuerpo me afectó la degustación, más repugnante fue ver a la gente recogiendo las heces de sus mascotas, lo que, si bien, es un acto de corresponsabilidad con los demás usuarios del espacio público convertido en letrina canina, ahí lo entendí como un decadente deporte escatológico.

Genoveva notó mi desagrado y, a guisa de consuelo, me explicó: “las civilizaciones se yerguen desde el dominio y explotación de la naturaleza, la relación con los animales siempre ha sido o depredadora o esclavista…”- sentenció mientras recogía las cosas del frustrado pícnic.

- En Bogotá somos 8 millones de personas, seguramente deben haber 6 millones de peros y gatos- reflexioné en voz alta.

- En Buenos Aires ya es problemática la explosión caninográfica. Hay barrios que huelen a mierda de perro – ironizó, más enseguida pegó un grito instintivo -. ¡Jueputa, puse la mano en un mojón de perro! -maldijo y me enseñó los dedos cagados. Se lavó la mano con el café que quedaba en el termo y partimos refunfuñando.

De vuelta a casa, al ton de la conversa, recapacitamos sobre las inherencias de la relación humana con la fauna, particularmente con la especie canina cuya domesticación constituye una cultura con su propia y extensa historia.

La tenencia de animales domésticos, perros y gatos sobre todo, en los hogares urbanos devino en una tradición, así la familia típica de ahora la integran padres, hijos y mascota.

(Aquí Genoveva comentó: “en muchas casas tratan a la empleada doméstica como mascota.)

La novela “La gata” de Colette avisa el uso de mascotas por la generación solitaria en la modernidad.

Ahora que las globales devastaciones de biosistemas consecuencia del modo codicioso y depredador del progreso obligan el replanteamiento de la relación con el planeta y el amor a la naturaleza se inculca como un valor ético, el Mercado, poder y fundamento del capitalismo, hace de la conciencia ecológica una necesidad, una demanda que la sociedad de consumo ha de satisfacer con productos y servicios para todos los gustos.

Entonces, para demostrar que tenemos conciencia ambientalista, no hace falta exponer el pellejo llendo a la Amazonia a enfrentar a los mineros y

ganaderos que deforestan la selva y ocasionan la extinción de especies, basta con comprar en un vivero orquídeas exóticas para colgar en la sala y en una tienda de mascotas comprar el perro o el gato de raza correspondiente a la dignidad del amo y con el que se demuestra el cariño por la vida animal, expiando así las culpas en la contaminación y la apatía ante la imparable depredación de la fauna y la flora silvestres. Así pues, los perros y los gatos diseñados culturalmente y también genéticamente a imagen y semejanza de la gente, son perfecta demanda de consumo compulsivo, para ellos hay tiendas con productos que satisfacen la frivolidad de sus amos, alimentos concentrados nutrientes pero también golosinas, huesos postizos de entretención, collares y cuánta parafernalia se les ocurra para humanizar las criaturas que ya perdieron todo rastro salvaje convertidos en zooides productos del consumismo.

Antes de despedirnos, frente al edificio vimos pasar a un basuriegos tirando su carreta seguido por su perro de compañía; al respecto dijo Genoveva: “ahí va un ejemplo de las contradicciones y la doble moral del concepto animalista. Aquí en Bogotá hubo un alcalde que justamente acabó con los vehículos de tracción animal, paro no se ocupó de los humanos que recorren la ciudad tirando su carreta que es a la vez su empresa y su casa.”

 

Amalia(84368)07 de agosto de 2021 - 12:43 a. m.
Cada quien es libre de hablar de lo que le dé la gana, y al que no le guste pues que no lo lea. Lo cierto es que hay que tener talento para hacer de las "pendejadas" un tema y bien escrito.
Arturo(82083)06 de agosto de 2021 - 07:35 p. m.
La mascota mas famosa del pais es un chanchito llamado Cantinflas (no por lo gordo sino por sus oync ininteligibles) a quien el Eterno, su amo, le dio por porqueriza el Palacio de Nari
Hermann(62494)06 de agosto de 2021 - 07:19 p. m.
Genial, divertida y muy original. Genoveva todo un personaje!!! Y su rechazo a los productos tanteos justificable. Las pobres vacas condenada a estar siempre preñadas para tener leche y los toros exportados en barcos en condiciones terribles!!!
cristina(c6x7w)06 de agosto de 2021 - 01:58 p. m.
Y ese alcalde lo hizo pensando en el anacronismo de abusar y explotar en extremo a los equinos... no olvido a los que viven en la calle acompañados por el canchosito fiel y firme con su amo... la señora que critica, de eso no se enteró...
Hernando(84817)06 de agosto de 2021 - 01:56 p. m.
Excelente columna. Muy bien expuesto el tema y de manera jocosa aunque la realidad que plasma es innegable.
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