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La denuncia que hizo el empleado de Feria Buró, Juan P. Matiz sobre la comportamiento mezquino y clasista de la directora del evento Alejandra Silva, provocó reproches indignados que por hacerse virales en Twitter y Facebook obligaron a que la señora pidiera perdón en público, supongo que para contrarrestar los efectos que la increpación mediática tendría sobre los ingresos de su feria. La boleteada en las redes sociales funcionó como un tirón de orejas virtual, dudo mucho que la fulana escarmiente y revise sus fundamentos éticos.
Ya en varios países del mundo algunos aprovechan la potencia informativa de las nuevas tecnologías de la comunicación para ejercer veedurías, para denunciar a los oprobiosos, y así como se denunció a la clasista directora de Feria Buró, se han puesto en la picota pública los actos censurables de personajes de todas las farándulas, lo que se ha convertido en un recurso para la sanción social con los mismos riesgos de el hacer justicia por mano propia. Así pues, a tiempo se han vetado a pervertidos, a abusadores, a corruptos, pero también se han hecho injustos escarnecimientos a políticos o líderes no convenientes para quienes los injurian.
En Estados Unidos a esta práctica le llaman ‘Cancelar” y ya lleva una década descalificando gente con culpas reconocidas, como el comediante Bill Cosby por abuso y extorción sexual a actrices. También Harvey Weinstein, que aunque recibió condena judicial de 8 años de prisión por depredador sexual, organizaciones en las redes lo cancelaron con lo cual mucha gente dejó de ver películas de Marimax la productora cinematográfica de su propiedad.
El veto social es una práctica antigua, la sufrieron en Grecia antigua filósofos como Diógenes, durante la inquisición, gente del pueblo en brutal “cacería de brujas” hizo enviar a la hoguera a mujeres de posturas insumisas.
La sanción social resulta de gran valor ético como un recurso de los ciudadanos cuando ven, con impotencia, la Justicia oficial negligente ante la impunidad de corruptos, bárbaros, perversos, racistas, homófobos.
Así fue como el cantante J.Balvin mereció la “cancelación” en redes por declaraciones misóginas contra Shakira, pero igual no se lesionó su carrera y sigue con montones de fans.
Fue famosa la declaración racista de un concejal de Medellín: “transferir presupuesto al Chocó es como echarle perfume a un bollo”, la reacción en los medios de comunicación fue airada una semana, después el tipo sin ninguna sanción se mueve y decide en la política de la región como Pedro por su casa.
Tal vez sean más eficaces los cuarenta fuetazos en las nalgas y en público que la justicia indígenas se le imponen a los miembros que traicionan o lesionan la dignidad de la comunidad.
Lo que se ha visto en la historia y en el presente, es que la censura a personas indignas por parte de las ciudadanías resulta nimia y hasta inocua, comparadas con las impuestas por la información oficial, cuyas difamaciones de los contrarios al establecimiento o al régimen inciden y manipulan a su conveniencia la percepción colectiva de personas y de sucesos. Para la muestra, en el presente colombiano, tenemos la imagen negativa que los telenoticieros y periódicos divulgan de los jóvenes de La Primera Línea en el Paro nacional, difundiendo con morbo las acciones violentas en las protestas hasta convencer a los que se consideran “gente de bien” que los manifestantes son vándalos y antisociales.
En cambio, las denuncias en murales, en documentales, en medios independientes de los altos mandos militares y de los políticos demostradamente implicados en el crimen de lesa humanidad más grande de este siglo: los falsos positivos, aún no logran que la justicia caiga sobre los culpables y el líder de tan magna maldad aún tiene muchos adeptos y pone gobernantes a su antojo.
Debemos aceptar que lo justo es el debido proceso, pero dado que el uso de las redes sociales para denunciar a los impropios es un recurso al alcance de todos los bandos, bien vale el intento que la gente del común imponga sanciones sociales desde su ética, al menos como desahogo civil o mecanismo de defensa de las minorías.
Total las redes sociales son y serán, cada día más, un recurso para el veto o para el aplauso social.
