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Amor propio

Aldo Civico

17 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

Los tres estábamos en un bar, sentados en una pequeña mesa, disfrutando de un Campari, nuestra amistad y la conversación. Ya íbamos en la segunda ronda de cocteles cuando Samuel anunció que se aplicaría un poco de bótox en la frente, para rellenar un hoyuelo. Rebeca y yo nos fijamos en la frente de Samuel, para explorar aquella marca del tiempo. No nos parecía tan grave. “No te hagas eso”, le dijo en tono maternal Rebeca a Samuel. “Me voy a poner una dosis mínima”, respondió él para calmarla. Nació así entre los tres una conversación sobre la relación que tenemos con nuestro cuerpo e imagen. ¿Cuáles son las partes de sus cuerpos que más les gustan?”, pregunté. Tras algunas respuestas irónicas obvias y risas nerviosas, procedimos a elaborar el inventario. Nos percatamos de que eran más las partes del cuerpo que no nos agradaban que las que apreciábamos. Nos asombró darnos cuenta de cómo nos juzgamos sin misericordia, de lo despótica que es nuestra voz interior. “Tenemos más compasión por una mascota que por nosotros mismos”, dijo Rebeca. Ordenamos una tercera ronda de Campari.

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El tema no es solo nuestra relación con el cuerpo. En realidad, se trata de la conexión que tenemos con nosotros mismos, de cuánto nos tenemos en cuenta (poco), de nuestra incapacidad de amarnos, aceptarnos y apreciarnos. Muchos tenemos la idea de que no somos suficiente. En consecuencia, despreciándonos llegamos a la conclusión de que no somos merecedores del amor. Es que inconscientemente, desde los primeros días de vida, construimos nuestra existencia desde una percepción de escasez. Es una actitud que heredamos incluso de las generaciones antepasadas; la llevamos grabada en nuestro código genético. En consecuencia, nos dedicamos a compensar esta escasez y establecemos estilos de vida insostenibles, volviendo nuestra existencia un infierno. Nos empeñamos en demostrar nuestro valor acumulando bienes materiales y trabajando hasta el burnout. O, por el contrario, nos volvemos totalmente apáticos. Vivimos desequilibrados, maltratándonos y despreciándonos. Podemos llegar a dedicar toda una existencia a compensar esta sensación de carencia que llevamos dentro, en nuestro interior.

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Sin embargo, la causa de todo eso radica en la falta de amor propio. Esta es en realidad la gran carencia. Hasta el narcisismo es un indicio de lo poco que nos queremos, ya que su origen no radica en un exceso de amor sino en la poca consideración que tenemos de nosotros mismos; el narcisismo es directamente proporcional a la falta de autoestima. Por ende, atraemos la atención de los demás exagerando nuestras habilidades y capacidades intelectuales. Nos dedicamos a coleccionar halagos, premios, likes. Todo, por no amarnos a nosotros mismos, por no creer que somos suficiente. ¿Qué tal si aprendiéramos a priorizarnos, sin sentirnos por eso con culpa? ¿Qué tal si nos aceptamos un poco más, si aprendemos a amarnos?

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