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Carta a los candidatos presidenciales

Aldo Civico

22 de julio de 2025 - 12:05 a. m.

Estimado candidato, estimada candidata,

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Si usted quiere gobernar Colombia, le pido que considere esto con calma: este país no necesita más control, sino más confianza. No en el discurso, sino en la práctica. No en la promesa, sino en las reglas del juego. No se necesita otro gobierno que crea que lo puede hacer todo. Necesitamos uno que entienda cuándo hacerse a un lado.

Colombia está atrapada, no por falta de recursos o de ideas, sino por una estructura que concentra el poder, que ahoga la iniciativa y que multiplica los trámites mientras desaparece en los territorios. El país tiene décadas de intervención estatal mal diseñada: más subsidios que soluciones, más normativas que libertades, más instituciones que no funcionan que espacios donde la sociedad pueda actuar libremente. Un ejemplo claro lo encontramos en el campo colombiano. Un campesino que quiere cultivar y vender aguacates en el exterior necesita pasar por hasta veinte permisos, certificaciones, inspecciones y barreras que solo grandes exportadores pueden pagar. A ese mismo campesino el Estado le ofrece un subsidio, un taller o una feria agrícola, pero nunca le quita los grilletes. Le ayuda a sobrevivir en lugar de dejarlo prosperar. ¿No sería mejor liberar el mercado local, reducir las barreras, y confiar en que él, con su experiencia y su tierra, sabe mejor que usted cómo salir adelante?

No se trata de abandonar a los ciudadanos: se trata de no tratarlos como súbditos ni menores de edad. Gobernar no es dictar el rumbo de la sociedad: es garantizar un marco justo y transparente donde la gente pueda elegir su propio rumbo. Por eso, no empiece su mandato creyendo que debe “transformarlo todo”. Empiece identificando lo que impide a los colombianos transformarse por sí mismos. Pregúntese: ¿cuánto del dolor social viene del conflicto, y cuánto de la asfixia normativa? ¿Qué pasaría si los barrios pudieran autogestionar su seguridad, si las regiones diseñaran parte de su educación, si los ciudadanos pudieran invertir, contratar y crear sin pasar por cinco oficinas y tres licencias?

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Hemos probado el centralismo, la tutela permanente del Estado, la expansión del gasto como respuesta a todos los males. Y seguimos atrapados. ¿No ha llegado la hora de probar lo contrario? Le propongo una forma distinta de liderazgo: no el que dirige a todos, sino el que devuelve el poder a muchos. El que reduce la burocracia, protege las reglas del juego y respeta la libertad de elegir, crear, disentir. No hace falta que imponga una gran visión nacional. Hace falta que libere miles de visiones locales, familiares, individuales. Porque la verdadera transformación no la traerá su gobierno: la traerá la gente, si usted tiene el coraje de dejarla actuar. Con respeto —y esperanza.

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