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Desafiar el conformismo. Elegir cómo vivir


Aldo Civico

13 de agosto de 2024 - 12:05 a. m.

Michela Murgia tal vez no te suene. Fue una escritora italiana que falleció hace un año, a los 51 años, a causa de un cáncer. Al español, solo se ha traducido su primera novela, Acabadora. Pero vale la pena conocerla porque Murgia no era solo una escritora de novelas y ensayos, sino también una aguda polemista y activista por los derechos civiles. En sus memorias, Recuérdame cómo quieras, publicadas póstumamente, se identifica como sarda (nacida en la isla de Cerdeña), mujer y rompicoglioni (un dolor en el trasero). Y lo sigue siendo después de su muerte. Es más, parece serlo aún más hoy, en su ausencia, que cuando estaba viva. Sus libros continúan encabezando las listas de ventas, los periódicos nacionales le dedican editoriales y el algoritmo de las redes sociales sigue proponiendo sus contenidos, dándonos la ilusión de una presencia que se perpetúa. Michela Murgia sigue sacudiéndonos del letargo conformista.

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Nos provoca, por ejemplo, a repensar los vínculos familiares, que para ella no podían reducirse solo a los de sangre, los cuales, a veces, se transforman en cámaras de tortura que traumatizan y mortifican vidas. Murgia hablaba de hijos e hijas del alma y defendía el derecho de hacer espacio en tu vida a otros adultos que puedan desempeñar funciones de padres para tus propios hijos. Criada en una familia disfuncional, con un padre violento, Murgia creó a lo largo de su vida una forma sui generis de vínculos familiares, a la que llamaba “familia queer”, es decir, híbrida, porque daba espacio a la creatividad de los afectos. Afirmaba que la idea de la familia queer se basa en el Ius Voluntatis, el derecho de la voluntad. “¿Por qué la voluntad debería tener menos peso que la sangre?”, se preguntaba.

Yo mismo descubrí a Michela Murgia solo en el último año de su vida, gracias a una entrevista íntima que concedió a la edición italiana de Vanity Fair. Me impresionó la serenidad con la que hablaba de su enfermedad. Al director de la revista, Simone Marchetti, le confesó que ese era “el mejor momento de mi vida”. Dijo: “Visto desde afuera, no lo parece: tengo cáncer, tengo el tiempo contado, como todos, pero el mío es más breve. Deberían ser elementos de infelicidad. Pero en realidad, no importa el qué, importa el cómo. Y en este momento, yo puedo elegir el cómo”. ¿No es esta la libertad suprema? La de quien no se deja influir por las circunstancias externas, incluso las más trágicas, y, por el contrario, decide cómo vivir lo que podría ser el momento más difícil. Desde su muerte, he leído varios libros de sus libros, casi como si intentara recuperar el tiempo que sin ella se me había escapado. Para ella, escribir era una forma de cambiar la realidad y mejorarla. Creo que lo logró, porque si lees a Michela Murgia con atención, no puedes seguir actuando en el mundo como antes de conocerla.

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