Publicidad

“Dying”: el precio de complacer

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Aldo Civico
16 de septiembre de 2025 - 05:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

“He estado muriendo por ti”, dice la nueva canción Dying de Omar Rudberg. La frase suena desgarradora, pero también familiar. Todos, en algún momento de la vida, hemos estado dispuestos a morir un poco —o mucho— con tal de no perder a alguien. Nos tragamos las palabras, escondemos las lágrimas, disfrazamos el dolor. Y en ese gesto silencioso, que parece amor, lo que realmente se juega es algo más profundo: la renuncia a uno mismo.

Complacer es, al principio, una forma de supervivencia. Lo aprendemos de niños: sonreír, aunque no queramos; decir que sí, aunque queramos gritar que no; mantener la calma cuando lo que necesitamos es llorar. Así conseguimos aceptación. Así nos sentimos seguros. Pero lo que nos sirvió en la infancia se convierte, en la adultez, en una prisión invisible. El precio de complacer es la erosión lenta de nuestra autenticidad. La canción lo expresa con crudeza: “Me tragué mis sentimientos, soy un naufragio en una botella”. Esa imagen contiene toda la paradoja. Para no incomodar, para mantener la ilusión del amor, tragamos lo que sentimos. Pero al hacerlo, nos hundimos en una botella cerrada, un espacio pequeño donde ya no hay aire ni horizonte. Y tarde o temprano, la botella se convierte en tumba.

El filósofo Kierkegaard escribió que la mayor desgracia de un ser humano no es morir, sino perderse a sí mismo sin darse cuenta. Eso es exactamente lo que ocurre cuando vivimos atrapados en la compulsión de agradar. Decimos “no estoy llorando”, aunque por dentro estemos hechos pedazos. Fingimos fortaleza, cuando lo único que necesitamos es mostrarnos vulnerables. Sartre lo explicó de otra forma: al vivir para “la mirada del otro”, dejamos de ser sujetos libres y nos convertimos en objetos. Somos, en esencia, personajes en la historia de alguien más. El precio de complacer nunca trae verdadero amor: solo dependencia, vacío y naufragio.

Lo más difícil de admitir es que este morir no es obra del otro: es elección nuestra. Cada vez que decimos sí cuando queríamos decir no, cada vez que ocultamos una lágrima para no incomodar, cada vez que nos tragamos un sentimiento, nos alejamos un poco más de la verdad de quienes somos. El desafío, entonces, es otro: tener el coraje de vivir desde la autenticidad, aun cuando eso implique decepcionar. Brené Brown lo llama el acto más radical de amor propio: poner límites, aunque eso signifique arriesgar la aceptación externa. Se trata de aprender a elegir con claridad a qué le damos nuestro “sí” y a qué le decimos sin culpa “no”.

Quizá esa sea la lección escondida en la voz doliente de Rudberg: el verdadero amor no exige nuestra muerte simbólica, sino nuestro florecimiento. Amar no es morir por el otro, sino vivir plenamente al lado del otro. Y si en el camino decepcionamos a alguien, que así sea. Mejor decepcionar a los demás que traicionarnos a nosotros mismos. Porque al final, complacer siempre mata. Pero la autenticidad, aunque duela, siempre da vida.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Felipe Cox(18091)17 de septiembre de 2025 - 02:28 a. m.
A todos nos cae pues todos somos unos abandonados. Así es la vida desde que nos parió.
Atenas (06773)16 de septiembre de 2025 - 05:19 p. m.
Aldo, el sentimiento de amor connota apego o egoísmo, no en vano se afirma q’ “amor es el egoísmo de dos”; mas, ay qué delicia cuando ese egoísmo es compartido y se disfruta estar en el nido, pero cuando se haga evidente q’ tal sentimiento se erosiona así sea sutil/, prudente es definir si se parte cobija, puesto q’ lo contrario sería entrar a una relación ambivalente de más daño q’ fortuna. Y cuál sería la contra: poner siempre las cartas sobre la mesa pa jugar con confianza. Atenas.
  • Gines de Pasamonte(86371)16 de septiembre de 2025 - 05:46 p. m.
    ¡Ay, atenitas! ¡Disimulas bien tu inveterada estupidez! ¿Tu amor imposible por bayly, te inspiró el “sesudo” comentarete? Esta columna te cae como anillo al dedo. Tú, que eres el LAMECULOS oficial de esta tribuna, le quemas incienso a mucho “periodista” mediocre por dos razones, o bien para quedar bien con él, caso: los viejecitos bayly y sarmiento, o bien por temor a que desnuden tu mediocridad y te hagan quedar como lo que sos: dog shit, o mierda de perro. ¡Elemental! Capisci?
Macario Paramo(86653)16 de septiembre de 2025 - 04:58 p. m.
Una cosa es la autoestima y otra el culto al “yo” como verdad absoluta. Una cosa es claudicar en la búsqueda personal y otra, muy diferente, es querer complacer a los otros para evitar llorar o ser abandonados. La suma de los “yoes” encerrados en si mismos no construyen sociedades más justas. Lo que parece autenticidad también puede ser el escape más ingenuo para evitar confrontar y crecer en conjunto, como pareja o cómo grupo.
Javier Torres(17535)16 de septiembre de 2025 - 02:51 p. m.
Que bella e interesante la columna que nos compartes.
Gines de Pasamonte(86371)16 de septiembre de 2025 - 02:10 p. m.
Todo lo que expresas, Aldo está ligado a algo llamado: AUTOESTIMA. Aprender a decir NO es coherente con lo anterior, por supuesto. También es un indicativo de autoestima, el NO estar de acuerdo con alguien, al margen de los pergaminos que acrediten a la persona que emite un concepto. Muchas veces no coincido con ustedes los periodistas y lo manifiesto aquí, con sencillez, pero con firmeza…, y con argumentos.
  • Gines de Pasamonte(86371)16 de septiembre de 2025 - 05:54 p. m.
    ¡Mira quién lo dice! Nada menos que atenitas, el disléxico por excelencia. La columna tiene varias lecturas tontico, te reitero la máxima de Lincoln, parafraseada, por supuesto: “Es mejor estarse calladito y parecer estúpido, que abrir el hocico y eliminar cualquier duda al respecto”. Capisci?
  • Atenas (06773)16 de septiembre de 2025 - 05:26 p. m.
    Y el tonto de Quico o Yines de Pacotilla, como siempre con esos aires de grandeza q’ lo caracterizan siendo un bobote, tal como era su homónimo del Chavo del 8, justa/ por eso otra forista así lo apodó. Y quién le dijo q’ el interesante aserto del columnista aludía a las continuas pendejadas q’ aquí vociferan ciertos foristas, pa lo cual sirve de ejemplo la bobada q’ dice el pueril de Quico. El trasfondo de la columna fue la firmeza de ánimo o carácter en una relación sentimental. Atenas
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.