En la noche del sábado improvisamos una tertulia entre amigos durante una comida con menú italiano. Nos preguntamos qué era para nosotros la paz. El tema fue inspirado por la coyuntura y la abundancia de escándalos del presente, pero nuestro deseo fue ir más allá de un asunto ligado solo a la política, al presente y a la necesidad de desarmar a los armados. La diversidad de nuestras historias, orígenes, perfiles profesionales, perspectivas de vida enriqueció nuestra conversación. También estaba en la mesa un amigo quien en el pasado fue parte de la guerra y hoy es un convencido promotor de una paz integral. Su experiencia nos ayudó a no quedarnos en una dimensión abstracta, sino a pensar de manera concreta, más cercana a lo vivido, a lo existencial, a lo posible.
Las preguntas alimentaron la tertulia y el intercambio de experiencias. ¿Qué es la paz para cada uno de nosotros?, ¿cómo un ciudadano de a pie puede contribuir para una sociedad más pacífica?, ¿qué significa ser artesanos de paz?, ¿ofrecer oportunidades de trabajo y libertad económica será suficiente? El amigo que estuvo en la guerra nos contó sobre el encuentro que tuvo hace unos años, cuando aún estaba en la cárcel, con el general que lo había torturado cuando fue capturado al comienzo de los años 80. “Nos pedimos perdón recíprocamente y nos abrazamos”, nos confesó. “Logré estar frente al general con el corazón vacío de odios y resentimientos”, dijo.
¿Será que la paz procede de nuestra capacidad de vaciar al corazón, del coraje que tengamos para mirar en nuestro mismo abismo en lugar de enfocarnos solo en lo que está afuera de nosotros? De hecho, ¿no hay muchos discursos y posturas de paz cargados de odio, resentimiento y deseos de exclusión? Cuando la paz está teñida de ideología, cualquiera que sea, sigue siendo generada por la enemistad y, por tanto, sigue perpetuando el conflicto; la sociedad continúa desgarrándose en lugar de ser reparada o regenerada. La paz se convierte así en una forma de perpetuar la guerra con otros medios.
Nos levantamos de la mesa sin respuestas certeras y con más preguntas. ¿Cómo hacer este trabajo de vaciar el corazón? ¿Cómo trascender nuestro nivel de consciencia actual para generar una vida en nosotros y nuestro alrededor desde un nivel de consciencia más elevado, que esté alineado con un futuro de paz? ¿Cómo llevar la paz desde una dimensión puramente de agenda política a una más subjetiva, que facilite una transformación personal? Recordaba las palabras de Otto Scharmer, profesor en MIT: “El éxito de una intervención depende de la condición interior del interventor”. Entonces, ¿puede la paz estar separada de un crecimiento espiritual individual y colectivo, de un trabajo de sanación interior que libere el corazón? Quizás las posibilidades de paz se presentarán si permitimos que florezca en nuestro corazón vaciado de odio, en lugar de verla como el resultado de la eliminación del enemigo.