Esta semana escribo desde una franja de tierra en las periferias de Dubái, en la frontera con el desierto. Me encuentro en una finca dedicada al rescate de caballos; estos son equinos que fueron empleados en competencias durante años y posteriormente desechados al volverse incapaces de complacer el ego competitivo de sus propietarios. Con el objetivo de salvarlos de un destino marcado por el abandono, el maltrato o una muerte prematura, Amira les brinda refugio y cuidados en su propiedad.
Aquí hoy tuve el placer de conocer a Sarim, un majestuoso Warmblood australiano de pelaje blanco, distinguido por su largo y curvado cuello y una noble presencia. Sarim ha sido seleccionado para impartir una clase magistral de liderazgo a mi cliente, un alto directivo de Abu Dabi. La elección se debe a que, por su naturaleza social y su comportamiento dentro del grupo, los caballos encarnan cualidades esenciales del liderazgo. De hecho, son expertos en comunicación no verbal, utilizando señales corporales sutiles para manifestar sus intenciones y emociones. Su forma de liderar se cimenta en la confianza y el respeto mutuo, no en la dominación o el miedo. Además, poseen una extraordinaria sensibilidad hacia las emociones de sus congéneres y responden adecuadamente a las necesidades de otros miembros del grupo. Por encima de todo, los caballos viven plenamente en el presente, conscientes de su entorno en todo momento. Es precisamente esta faceta del liderazgo la que mi cliente desea explorar.
Observo que, cuando mi cliente logra mantenerse tranquilo y firme a la vez, Sarim y otros caballos se acercan a él, como si su energía serena los atrajera. Al señalar esto, se desencadena una profunda conversación sobre su liderazgo, destacando cómo consigue dar lo mejor de sí al mantener la calma, incluso en medio del caos. Recordando que, en el Corán, "la vía recta" representa el camino que Allah ha establecido para vivir de forma justa y ética, sugiero a mi cliente que la tranquilidad es la vía recta del líder, un estado esencial al que volver cada vez que nos desviamos. Estas palabras resuenan profundamente en él.
A lo largo de la sesión, Sarim ejemplifica la calma, manteniendo su cabeza y cuello bajos, masticando y parpadeando suavemente. Permanece inmóvil durante varios minutos, disfrutando del sol, mientras apoya la punta de uno de sus cascos traseros en el suelo. Reflexionamos con mi cliente sobre cómo la calma es fundamental para un líder al tomar decisiones, manejar el estrés, inspirar al equipo, comunicarse de manera efectiva, adaptarse a cambios inesperados y, en última instancia, ejercer una influencia positiva. Herman Hesse decía: “Dentro de ti hay una tranquilidad y un refugio al que puedes retirarte en cualquier momento y ser tú mismo”. Es a este estado al que debemos regresar siempre que sea necesario para liderarnos a nosotros mismos y a los demás con excelencia.