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La espiritualidad de Rosalía

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Aldo Civico
16 de diciembre de 2025 - 05:05 a. m.
“Desde una perspectiva antropológica, 'Lux' solo podía surgir de una artista como Rosalía. No es mera coincidencia”: Aldo Civico.
“Desde una perspectiva antropológica, 'Lux' solo podía surgir de una artista como Rosalía. No es mera coincidencia”: Aldo Civico.
Foto: AFP - CRISTINA QUICLER
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Hay discos que sirven de fondo y otros que acompañan un viaje o una larga noche. Lux, el nuevo álbum de Rosalía, no se presta a eso. Se introduce en el espacio, se queda y obliga a escuchar de otra manera. No busca agradar ni ser cómodo. Lux incomoda al plantear una pregunta que muchos evitan, incluso aquellos que no creen en nada: ¿cómo se habla con Dios cuando la obediencia ya no es una opción? Rosalía no ofrece respuestas. Establece un diálogo. A veces discute, a veces ironiza, y en ocasiones se muestra con una vulnerabilidad que roza lo litúrgico. En Lux, Dios no es una figura paterna ni una autoridad moral; es presencia, mirada, un testigo incómodo. Un Dios que observa más que juzga. Se puede tener con Él una relación conflictiva, íntima e incluso sarcástica. Este gesto refleja algo profundamente contemporáneo: la espiritualidad ya no se hereda, se construye de manera experimental.

Desde una perspectiva antropológica, Lux solo podía surgir de una artista como Rosalía. No es mera coincidencia. Su formación corporal es rigurosa, casi ascética, con una educación en el rito del flamenco, en la repetición y en el sacrificio de la voz. Al mismo tiempo, está inmersa en la maquinaria global del pop. Lux nace en la intersección entre tradición y mercado, entre devoción y espectáculo, entre disciplina y exceso. Rosalía no busca resolver esta tensión; la habita. Y al hacerlo, nos presenta un espejo. El álbum se despliega como una confesión sin sacerdote, sin absolución ni doctrina. Hay cuerpo, deseo, caída y contradicción. Y hay algo aún más inusual en la cultura actual: la posibilidad del perdón. No un perdón edulcorado ni moralizante, sino como un gesto de liberación interna. Lux no cancela, no denuncia ni ajusta cuentas. Se atreve a expresar: he sido esto, he caído, he amado de manera errónea, he deseado sin límites. Y, aun así, aquí sigo.

En una era de polarización y vigilancia moral, pedir u ofrecer perdón se convierte en un acto político elemental. Este gesto se vuelve casi subversivo al desafiar las normas sociales. Rosalía no busca aprobación; simplemente lo encarna con convicción. Lux sostiene que el arte es uno de los pocos refugios para reconciliarse con el pasado sin querer borrarlo. Así, el álbum no termina en una celebración triunfal, sino con un tono melancólico, aceptando la realidad sin un clímax heroico. Presenta una paz imperfecta, que no promete redención, pero ofrece descanso a quienes lo escuchan. Lux no se ve como un salvador; esta falta de redención le da al trabajo su relevancia. Recuerda que la espiritualidad y la vida son conversaciones en constante evolución, y que lo más humano a veces es aprender a perdonar, aceptando la fragilidad de ser humano.

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