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La impunidad tiene a la democracia en jaque

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Aldo Civico
20 de junio de 2012 - 01:44 a. m.
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Tres exministros, los dirigentes de la unidad de la élite de los Carabineros, la mano derecha del primer ministro y un puñado de jefes de la mafia, están todos acusados de ser parte de una negociación entre el Estado italiano y la Cosa Nostra.

Es una historia que vale la pena mencionar, teniendo en cuenta los últimos eventos ocurridos en Colombia, desde el ataque contra el ministro Londoño hasta la reforma de la justicia.

Fue el 12 de marzo de 1992 cuando llegó la noticia de que sicarios habían asesinado al senador Salvo Lima, la mano derecha de Giulio Andreotti. Era un secreto a voces que el senador tenía relaciones con la mafia. Su asesinato marcó el fin de la “pax mafiosa” y abrió una era de terror.

Hoy sabemos que la Cosa Nostra mató a Lima en venganza por sus promesas de impunidad no cumplidas. Pensé en el asesinato de Lima cuando me enteré del atentado contra el exministro Londoño, por ser ministro del Interior durante las negociaciones en Ralito.

Unos meses más tarde, los fiscales Falcone y Borsellino fueron asesinados y al año siguiente, en el 93, bombas explotaron en Roma, Florencia y Milán. Durante años nos hicieron creer que la mafia siciliana había ejecutado todos esos ataques. Pero el jefe de la Cosa Nostra, Totò Riina, advirtió, “no miren siempre y sólo a mí. Miren dentro de ustedes mismos”. ¿No suena esto como a algunas declaraciones de Salvatore Mancuso? En un lenguaje mafioso, Riina decía que el Estado estaba en confabulación con la mafia.

De hecho, la semana pasada, fiscales en Palermo firmaron un acto de acusación en el cual exponen la negociación entre el Estado y la Cosa Nostra en 1992 y 1994. Un período muy oscuro en la historia reciente de Italia.

Lo impresionante es que no fue la Cosa Nostra quien buscó al Estado sino al revés. En particular, un ministro, por miedo de ser asesinado, buscó a jefes de la mafia y propuso una negociación. Posteriormente, un ministro del Interior, de Justicia y el jefe de la unidad élite de los Carabineros, se involucraron.

Y la Cosa Nostra presentó sus peticiones: anular tanto las condenas como el rígido régimen penitenciario para los mafiosos. Paolo Borsellino al enterarse de esa negociación se enfureció y se opuso con vehemencia. Unas semanas más tarde, el 19 de julio de 1992, fue asesinado.

Las negociaciones entre la mafia y el Estado continuaron en 1994. La Cosa Nostra tuvo en Marcello Dell’Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi, su embajador ante el recién elegido primer ministro. Y desde el primer día los esfuerzos de Berlusconi se dedicaron a debilitar la independencia de los fiscales.

En Italia, la democracia fue salvada por la labor de fiscales honestos y valientes. La independencia de la justicia es un pilar de la democracia. Cuando esta está minada, se debilita el proyecto democrático de un país. Como varios expertos y comentaristas han destacado, la reciente reforma de la justicia en Colombia garantiza la impunidad a los políticos corruptos y en complicidad con la mafia. El riesgo es que fuerzas oscuras podrían hacerle jaque a la democracia.

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