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Moda y la mujer emergente

Aldo Civico

23 de septiembre de 2025 - 12:05 a. m.
“Lo que se pudo observar en la semana de la moda de Nueva York fue más que un escaparate de moda”: Aldo Civico.
Foto: EFE - ANGELINA KATSANIS

Cada temporada, las pasarelas nos entregan algo más que tendencias: nos ofrecen una radiografía del espíritu del tiempo. En este sentido, lo que se pudo observar en la semana de la moda de Nueva York fue más que un escaparate de moda: fue la Gran Manzana hablando en su propio idioma. Los desfiles transmitieron una energía de cambio, esa sensación de que la ciudad siempre está buscando dar un paso más allá.

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Proenza Schouler, con Rachel Scott debutando como directora creativa, fue uno de los momentos más comentados. Sus referencias caribeñas —colores vivos, telas que parecían trabajadas a mano— conectaron con la idea de comunidad y pertenencia. Prabal Gurung mostró una elegancia cargada de emoción; Altuzarra, un romanticismo urbano con guiños a la tradición; mientras Tory Burch y Norma Kamali recordaron que lo clásico también puede renovarse sin perder cercanía. Christian Siriano apostó por el dramatismo y Jason Wu por la sobriedad elegante, mientras Simkhai exploró la tensión entre fuerza y ligereza. Lo que vimos en conjunto fue una mujer que no quiere encajar en moldes. Hombros amplios para abrir espacio, faldas que se movían con ligereza y encajes que tocaban la piel sin pedir permiso. Más que exceso, el volumen parecía un lugar donde resguardarse.

Entre los momentos más significativos estuvo la visibilidad de diseñadores indígenas que presentaron sus creaciones con símbolos culturales y técnicas ancestrales bordadas a mano, reflejando una conversación entre memoria y futuro. Esa inclusión no se sintió anecdótica, sino como un paso necesario en una industria que aún tiene mucho por abrir a la diversidad cultural y étnica en sus propuestas y narrativas. Otra tendencia clara fue el confort con propósito. No era ropa deportiva camuflada de lujo, sino prendas diseñadas para la vida real: chaquetas que funcionan tanto en una pasarela como en el metro de Nueva York, vestidos que invitan al movimiento sin sacrificar estilo. La funcionalidad dejó de ser un detalle práctico y se volvió un manifiesto. Lo íntimo finalmente ocupó un lugar central. Transparencias, bordados y telas ligeras dejaron de ser provocación para convertirse en una declaración política: mostrar o cubrir el cuerpo como decisión personal, no como respuesta a la mirada externa.

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Bell hooks escribió que el feminismo auténtico transforma las narrativas desde adentro. Ese espíritu se notaba en el aire. El desfile no parecía pensado para agradar al público, sino para afirmar identidades. Esa seguridad se percibía en la forma de caminar, más gesto que pose. Por eso, cuando terminó la semana, no quedó solo la lista de tendencias. Quedó la sensación de que la moda abre preguntas más profundas: ¿qué significa hoy para la mujer habitar su ropa, su ciudad y sus contradicciones? Esa pregunta, más que un vestido o un corte, fue el verdadero legado de esta semana de la moda de Nueva York. Ahora la atención se mueve hacia Milán y París, donde pronto veremos qué propuestas aparecen.

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